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Blogs Enciende y Vámonos por Rosa Belmonte

Siempre nos quedará Concha

Rosa Belmonte el


 


Algunos estamos con los dientes largos esperando el estreno esta noche en la ABC de Dirty Sexy Money (que viene precedido de Pushing Daisies  y de Private Practice; échate mano a nuestro prime time). Pero sí creíamos que nadie esperaba el estreno de Herederos, que coincidía con Hermanos y detectives (y que encima era a la misma hora que Cuestión de sexo), estábamos de lo más equivocados. Resulta que Herederos fue la serie más vista del día (es verdad que era más larga que ninguna), justo cuando Hermanos y detectives estaba sacando pecho. Pero vamos a la serie. En primer lugar, no tengo muy claro de si es serie, miniserie o telenovela con ínfulas. Supongo que acabará siendo lo que les salga y lo que dé la mata.


 


El aspecto de Herederos es magnífico.  Para que se me entienda diré que el aspecto de La dársena de Poniente no era magnífico. Ahora bien, ese lustre, esa escenografía, esa fotografía hay que rellenarla de algo con interés y no de lugares comunes con malas, infidelidades, violaciones,  tatas, señoritos y empleados serviles. Es muy difícil hacer un primer episodio en el que presentar a los personajes y en el que lanzar una historia atractiva. Así a bote pronto pienso en el primer y magistral episodio de Studio 60, ídem de El ala oeste, incluso en el primero de Murphy Brown. Y por citar algo muy cercano, el del estreno de Hermanos y detectives. Pero al de Herederos yo no le vi mucho interés. Nombrar Falcon Crest como referencia, y como he leído repetidas veces, es absurdo porque el signo distintivo de Falcon Crest era el humor y en Herederos de eso no hay.


 


 Pensemos en Juncal (quitándole lo bueno, sólo pensemos en el ambiente de la familia de Juncal). Pensemos en Los Santos Inocentes (aparte de que Álvaro de Luna es una mezcla entre Agustín González y Alfredo Landa en la película, está el asunto de la música: los episodios de percusión de Herederos se parecen sospechosamente a aquella extraordinaria música que cerraba bloques en la película de Mario Camus). Pensemos en Destilando amor (por la familia poderosa y los negocios, por los chanchullos en el campo de Ginés García Milán). Y mezclémoslo todo.


 


Luego está Concha Velasco, santa de mi devoción, todo hay que decirlo. Pero, vaya, que había veces en que me parecía que estaba imitando a Carmen de la Maza (la ex malhumorada de Juncal). Y a veces me recordaba a la Amparo Rivelles de Los gozos y las sombras. Aunque Concha Velasco se sobra por sí sola para ser mala y para escupir aquello de ‘Puta más que puta’ (en Tormento a Ana Belén), que era lo que pensaba que en cualquier momento le iba a decir a Mar Regueras. Pero no.


 


 Y bueno,  Mar Regueras me ha gustado. Ahora bien, esa patochada de buscar una doble de Mar fue de chiste. Lo explico. Han introducido el mundo de la televisión y los paparazzi en la historia. Al marido de Concha Velasco (Helio Pedregal) le han pillado en unas fotos sobándose con Mar Regueras (hermana de Concha). Con el fin de desmontar la historia, Concha Velasco (bueno, Carmen Orozco) contrata una doble para que cuente a los de la tele que van a sacar la exclusiva que todo fue un montaje. “La verdad es que te das un aire”, le suelta la Velasco. Y vemos a Mar Regueras con nariz postiza, pintada como una puerta y andando como El jorobado de Notre Dame. Hombre por Dios, un respeto. Por no hablar de esa escena en la que Helio Pedregal se está vistiendo de torero y le está ayudando Mar Regueras (y nadie más). También habría que reseñar la forma de acabar (a las doce), partiendo la pantalla en dos cuadrados unidos por los picos. En el de abajo, Álvaro de Luna; en el de arriba, el siguiente programa. Si pretendían que hubiera alguna tensión en el final, se fue a tomar por saco (como los créditos, si los hubiera o hubiese).

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