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Las monsergas del abuelito de Marisol

Rosa Belmonte el


Las retransmisiones televisivas de los debates sobre el estado de la Nación son un muermo (vamos, con lo emocionantes que son los discursos del estado de la Nación en El ala oeste). Si no fuera por Manuel Marín (el abuelito de Marisol del Congreso), acabaría durmiéndome. Un plano fijo de quien habla, un fondo de maderas nobles y de vez en cuando el careto del ministro de turno cuando hay alguna alusión (ahí ha estado ágil el realizador; que Rajoy hablaba de zapatillas, plano de la ministra del ramo de las zapatillas). Algo que alegra el soso cuadro (una se entretiene preguntándose por qué Rajoy tiene ese pelo tan caoba y esa barba tan blanca) es el recuadrito de la traducción simultánea para sordos, que hay que ver los tutes que se dan las chicas vestidas de negro. Hoy se estrenaba el cronómetro (para la oposición, que el Presi no tiene límites). Está en verde y cuando se acerca el fin se pone naranja, por un momento blanco y luego ya rojo. Y pita. Si el tío sigue hablando, nuevos pitidos recordatorios. Si no expresamente el cronómetro, el tiempo ha sido el protagonista del debate (al menos el que ha habido entre Zapatero y Rajoy). Éste se queja del poco tiempo que tiene para hablar (y el mucho de Zapatero) y ahí que está Marín para significarse. Tanto rollo estaba metiendo Marín que Rajoy (antes de una de sus intervenciones) se volvió a su escaño. Y ya en la última réplica de Rajoy (y como la cosa estaba caliente; sólo la del cronómetro, desde luego), nueva intervención del presi permanentemente cabreado: ‘Tiene cinco minutos para su intervención, pero se la voy a ampliar para que usted pueda acabar el debate feliz y contento. Se lo amplío a ocho minutos’. Y la voz de TVE: ‘ El presidente ha regalado tres minutos a Rajoy’. Y empieza Rajoy otra vez a quejarse del tiempo. Pero es que más tarde, y ya desde el escaño, Zaplana dice a Marín: ‘El 18 de marzo de 2003 a Zapatero se le llamó la atención cuatro veces y él apeló a la sensibilidad de la presidenta. Que el señor presidente no la tiene es evidente, pero al menos evítenos las monsergas‘. Y ya el otro se saca los papeles y propone publicar los diarios de sesiones para que se vea que antes la oposición tenía menos tiempo para hablar.  Aunque mi parte favorita fue cuando Marín, mientras hablaba Zapatero, se encaró con un diputado popular de la parte alta y le suelta: ‘¿Sería usted capaz de interpretarme esos gestos a la Presidencia?’, todo ofendido. No sé, me pasa con Marín como con Luis Enrique cuando Tassoti le dio el codazo en el Mundial de EE.UU. y él se puso a llorar de impotencia. Aun teniendo razón (y yo creo que Marín la tiene), hay tipos que cargan con sus actitudes. Aunque M.M de momento no se ha puesto a llorar, pero camino lleva.

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