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Blogs Enciende y Vámonos por Rosa Belmonte

El deseo de ligarse las trompas

Rosa Belmonte el


 


La series y programas de televisión se pueden dividir en dos grandes grupos: los que te animan a tener hijos y los que te lo quitan de la cabeza. En el mismo sentido en el que en su día Lou Grant despertaba las ganas de ser periodista o El ala oeste incrementó las matrículas en las facultades de Ciencias Políticas. Por ejemplo, con Las chicas Gilmore piensas que tener hijos es una gran cosa (y tener madre, también; e incluyo a Emily). Sin embargo, con The Middle (que mañana estrena TNT en España) ves que es un gran error porque te pueden salir esos mastuerzos (y da igual si son superinteligentes porque el Malcolm de la serie de la que bebe la de Patrica Heaton tampoco es deseable, por no hablar de todos los demás hijos de Jane Kaczmarek). Viendo la nueva V y al insoportable hijo de Elisabeth Mitchell una también siente que tiene que concertar una cita para ligarse las trompas.


 


 Pero el sentimiento antimaternal se agrava con las series españolas. Con Física o Química, por supuesto (no se me ocurre que quisiera encontrarme por la mañana en mi casa a ninguno de esos ejemplares y mucho menos compartir el cuarto de baño). Y no digo ya los de La pecera de Eva. Como estaba esperando El pacto, tuve la sensación de que lo de la pecera era La bolsa de los refranes (por Dios, que se acabe ya). Me gusta muchísimo Alexandra Ximénez. De hecho, en Los Serrano es la única que me habría gustado tener de hija (y del reparto en general, era lo mejor junto a Bonilla y la Juliguti). Y me gustó Alexandra en La pecera… Pero no La pecera (aunque la forma como estaban montadas las escenas sí). Era como Cambio de clase pero con desechos adolescentes (y el tenista de las pajas, ¿podía ser peor actor?). Al lado de esto Física o Química son Los Buddenbrok.


 


Luego llegó El pacto. Un tema tan jugoso el del acuerdo real de las adolescentes para quedarse embarazadas que ya hemos visto otros ejemplos en la ficción (un episodio de Bones, sin ir más lejos). Ni que decir que la miniserie de Colomo también lleva a ligarse las trompas una misma. Qué chicas más encantadoras, qué padres más subnormales (para no evitar ser uno de esos es lo de la esterilización). Qué sitio más irreal, entre Verano Azul (con su Pancho pescador) y Venice Beach (en realidad, es Marbella, con esa explotación del muelle del Marbella Club que tanto recuerda algunas escenas de Flashforward, cuando el médico se quiere suicidar). Qué notario más falso. Qué boca tienen las muchachas (el puta y el zorra no se lo quitan de la boca). De todas maneras, lo peor es que cuando llega el final y se ve el vídeo que han grabado las joyitas una no tiene ningún interés en ver el desenlace la semana que viene. Además, ¿qué tontería es esa de terminar como gran revelación con que los embarazos son fruto de un pacto? Si la serie se llama El pacto. ¿Dónde está la sorpresa? Y luego, pero esto ya es cosa de sus melones descerebrados, van y dan la razón del embarazo. Para “tener a alguien que nos quiera de verdad”, dice la líder berzotas. Sí, igual que vosotras queréis a vuestros padres. De verdad que TVE debe seguir poniendo Las chicas Gilmore en bucle porque como servicio público no tiene precio.


 


A Paquirrín también lo vi. Fue en Pánico en el plató (no puedo con Larrodera, pero es problema mío, supongo). Uno de los amigos del tronchante Paquirrín, que no necesita guión, era Falete, que últimamente lleva un carrerón televisivo: o va de regalo sorpresa para María Antonia Iglesias en La Noria o como amigote de Paquirrín (no sé, no puedo imaginarme a Falete y Paquirrín de marchote). Lo que sí me imagino es tener a Paquirrín de hijo. Y, desde luego, no es de los que me quitan las ganas de reproducirme. Kiko Rivera es la mejor campaña de publicidad positiva de Isabel Pantoja.


 


(Enlazo aquí la columna del sábado sobre la expulsión de Arturo, por no dejar abandonado el tema del post anterior.)

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