Rosa Belmonte el 29 ene, 2009 Si es fácil escribir de televisión mucho más fácil es escribir de un estreno como el de Acusados, una serie con una referencia tan obvia: Damages. Vamos, que no hay que ir de listillo y buscar parecidos con una producción de la segunda cadena finlandesa en los 70. Ambiente judicial. La chica ensangrentada con cuchillo. La prota malafollá que también consigue pisos para sus empleados y los invita a casa a cenar (falta la casa de la playa). Cuando Blanca Portillo le dice a su pupilo que su traje necesita un planchado casi me imaginé que le iba a comprar vestuario, pero no. Ah, también la reunión de Portillo con las víctimas. Si Blanca Portillo es Glenn Close, José Coronado es Ted Danson, y hasta ahí podíamos llegar. Coronado, claro, no ha debido de ver Damages ( “En los 20 años que llevo trabajando en televisión nunca me había encontrado con una serie como ésta’.). Una vez despachado el estreno, que me guarden la cría. Y mucho más los miércoles, que son un sinvivir (The Closer, Betty cuando vuelva, Sin cita previa, Mujeres de Manhattan, Mujeres desesperadas…). Ahora, yo estoy segura que esto le gusta a mucha gente, y me alegro. Referencias aparte, hay varias cosas en Acusados que me hacen gracia. La principal, claro, el tratamiento del juzgado, que está visto casi como un despacho de abogados (una funcionaria dice que oculta su edad porque si no la despiden; pero, tía, que eres funcionaria). La juez consigue ipsofácticamente que el secretario judicial al que ha echado el ojo sea trasladado de Salamanca a Madrid (y a su juzgado, claro). Y, lo mejor, lo pone a hacer de detective en un caso que no lleva su juzgado (esto es lo más). Así que ahí tenemos al depositario de la la Fe Pública Judicial haciendo de investigador. Por supuesto, el nuevo secretario no hace otra cosa que mirar papeles y fotos que ya hay en los expedientes y pasear un ordenador portátil que nunca usa (en su casa tiene la bandolera colgada en una percha con el aparato dentro). Ni el secretario ni la juez parecen tener juicios ni declaraciones ni nada de nada. O sea, no sé, vamos a cambiar esto de que la protagonista y la pupila (en este caso, pupilo) sean abogadas. Que sean juez y secretario y nos pasamos por las puñetas de la toga la verosimilitud. Hemeroteca Comentarios Rosa Belmonte el 29 ene, 2009