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La selva, mejor que la sabana

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Por José María Mella Marqués, Profesor visitante en el Spiritan University College, asociado a la Universidad Kwame Nkrumah de Ciencia y Tecnología, Kumasi (Ghana)

 

Al niño  de Bolgatanga (Ghana), que duerme en un suelo polvoriento y pasa hambre. Para que el futuro le depare una vida mejor.

 

 Autor de la foto: J.M. Mella, Bolgatanga (Ghana), 28/01/2017

Se pretende mostrar que las diferentes zonas ecológicas y geográficas de un país, en este caso Ghana, importan en materia de desarrollo económico y, más en particular, en el problema de la pobreza.

 

A tal efecto, se utilizan los datos procedentes del Servicio de Estadística  de Ghana, que se apoyan en el último Censo de Población de 2010 y en la Encuesta de Estándares de Vida de 2013 (Ghana Poverty Mapping Report, 2015). Los datos se refieren a los 216 distritos y 29 sub-distritos del país (los niveles de administración más descentralizados), posteriormente agregados por regiones (10 en total) y en tres zonas ecológicas: costa, selva y sabana.

 

Los datos permiten la obtención del consumo per cápita. Se define una línea de pobreza marcada por un nivel de consumo de 1.314 cedis por año y por persona (el cedi es la moneda local de Ghana, equivalente en febrero de 2017  a 4.4 cedis por euro); es decir, ser pobre en Ghana implica consumir menos de 299 euros por persona y año.

 

Se utilizan tres medidas de pobreza: el número de pobres-incidencia de la pobreza-, que es la proporción de la población que vive por debajo de la línea nacional de pobreza; la profundidad de la pobreza, que mide el número de pobres que están alejados de la línea de pobreza; y el llamado índice de Gini, que mide el nivel de  desigualdad en la distribución del consumo por persona.

 

Los resultados de la encuesta muestran una gran disparidad en el nivel de pobreza entre las regiones de costa (caracterizadas por la concentración poblacional y económica, la accesibilidad, la capitalidad política y la centralidad administrativa), las regiones de selva (dotadas de recursos rentables-cacao, oro, madera, entre otros-, con una alta urbanización y una demostrada capacidad exportadora) y las regiones de sabana (definidas por la escasez de lluvias, la aridez, el subdesarrollo agrícola y la baja densidad demográfica).

 

La observación del mapa de pobreza arroja una primera impresión evidente: la pobreza, así como su nivel de gravedad, está concentrada en los distritos y regiones del norte del país, que son las zonas de sabana. Se aprecia también que la profundidad de la pobreza es mayor allí donde hay mayor proporción de pobres. Esto significa que en esas regiones la pobreza no sólo está muy extendida, sino también muy arraigada en el tejido social. Finalmente, la distribución de los ingresos es más desigual en las regiones  del norte más pobres.

 

La dinámica de la pobreza en Ghana indica que ésta es sobre todo un  fenómeno rural y mucho más prominente en el rural de la sabana. Si en las regiones de  costa el nivel de pobreza varía entre un 6% y un 20%, en las regiones de selva se sitúa entre un 16% y un 34%, en las regiones de sabana se encuentra entre un 50% y un 71%. Téngase en cuenta que son porcentajes medios regionales, pues dentro de cada región la variación de la pobreza es también muy considerable (encontrando porcentajes de pobreza en los distritos superiores al 90% de la población), de modo que se pueden identificar “bolsas” de pobreza e “islas” de prosperidad.

 

Es importante asimismo tener en cuenta el número de pobres, porque sucede que hay distritos (remotos, rurales y aislados) que tienen una proporción de pobres muy alta, pero un número relativamente pequeño de pobres por su reducido tamaño de población. En contraste, la proporción  de pobreza puede ser baja en las áreas urbanas, pero el número de pobres que residen en ellas puede ser más elevado. Esto sucede en ciudades importantes del país, como Kumasi.

 

Adviértase también que la pobreza estimada aquí está basada en el gasto de consumo únicamente,  y puede no capturar adecuadamente otros atributos de la pobreza y de la vulnerabilidad de las personas. Estas estimaciones no explican las causas de la pobreza, por lo que es preciso seguir las investigaciones para determinarlas con nuevas encuestas más especializadas. La importancia del problema se hace acreedora de ellas.

 

Pero para que el niño de  Bolgatanga tenga una vida adulta digna (la experiencia internacional  indica que es factible), habrá que poner en marcha:

  • Mecanismos de acción colectiva, privada y pública, con la participación activa de mujeres y jóvenes, que dinamicen la sociedad y permitan combatir la desertificación y el cambio climático con redes de irrigación, tecnologías mecánico/biológicas y sistemas de gestión eficiente del agua.
  • Incentivos para elevar  la productividad agrícola, superar las condiciones de subsistencia con nuevas actividades y productos generadores de renta.
  •  Estrategias para preservar los recursos naturales evitando su sobreexplotación y degradación.
  • Medidas de asistencia técnica a los agricultores (en semillas, nuevas tecnologías y prácticas  agrarias),
  • Programas de ordenación del territorio para pasar de un hábitat excesivamente disperso y costoso a otro más concentrado y  eficiente.
  • Proyectos de desarrollo de las infraestructuras de transporte y  comunicación.
  • La provisión de los servicios de calidad que la población necesita.

 

En una palabra, se trata de dejar  atrás promesas y planes incumplidos,  olvidos y abandonos crónicos, e implementar políticas de transformación productiva y desarrollo social de reducción de la pobreza, que tengan al mismo tiempo un fuerte contenido regional.

 

 

“La riqueza de las regiones” constituye un instrumento de comunicación e intercambio de ideas promovido por Asociación Española de Ciencia Regional (AECR). Para más información sobre la actividad de AECR visite su Página Web o síganos en FacebookLinkedin y/o Twitter.

 

 

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