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Blogs La riqueza de las regiones por aecr.org

¿Debe el Banco Central Europeo adoptar una visión regional de la política monetaria?

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Por Roberto Bande, GAME-IDEGA, Unoversidade de Santiago de Compostela

La actual crisis está poniendo de relieve la importancia de una buena gestión de la política económica. La experiencia de las economías más desarrolladas después de estos siete años de vaivenes, de recesiones y recuperaciones a medias, es que una política mal diseñada, o aplicada en el momento inadecuado, puede provocar más efectos perniciosos que beneficiosos. La dimensión regional, además, no ha sido tenida en cuenta explícitamente en el diseño e implementación de muchas de las diferentes políticas, lo que puede explicar, en parte, la marcada persistencia de disparidades regionales dentro de la Unión, y de forma más específica, dentro de los propios países.

Existe, no obstante, una clara asimetría en cuanto a la sensibilidad por la cuestión regional entre las políticas fiscales y las monetarias. Si la Comisión Europea entiende que es necesario un impulso fiscal para reducir las diferencias regionales en renta per cápita (lo que justifica una política de cohesión y de fondos estructurales), el Banco Central Europeo no ha tenido en cuenta hasta ahora los potenciales efectos asimétricos en las regiones europeas que se derivan de sus decisiones. Y existen muchos motivos (y algo de evidencia empírica) para defender que los aspectos regionales deberían de ser ponderados en el seno del consejo de gobierno del BCE.

La ciencia regional ha cuestionado la visión tradicional de la teoría monetaria, que defiende que bajo un régimen de movilidad perfecta del capital las regiones que conforman un país no deberían verse sujetas a efectos asimétricos, ya que forman un área monetaria óptima (el ya famoso “one size fits all”). Diferentes autores han mostrado que existen numerosos canales que desafían esta visión tan optimista, y la mayor parte de ellos pueden ser interpretados bajo una óptica regional. Repasemos los tres principales:

1. El canal del tipo de interés. Bajo esta visión, los diferentes sectores de una economía difieren en cuanto a su dependencia de los tipos de interés. Aquellos sectores más intensivos en capital estarán más expuestos a las variaciones en los tipos de interés que fija el BCE. La existencia de diferencias regionales en la composición industrial haría que una misma política monetaria impacte de forma desigual en las distintas regiones de un país.

2. La estructura empresarial.  La capacidad de obtener financiación fuera de los canales habituales de crédito bancario no es igual para las grandes o las pequeñas empresas. Éstas últimas, cuando deben financiar sus procesos de inversión deben acudir a los mercados financieros, debido a la existencia de costes de información y transacción. Las grandes empresas, por el contrario, pueden obtener financiación de sus matrices, de mercados de capital no bancarios externos (ampliaciones de capital, emisión de deuda, etc.). Si dentro de un país existen diferencias regionales en el tamaño medio de las empresas, este canal puede ser relevante para explicar asimetrías espaciales en la transmisión de la política monetaria.

3. El grado de concentración del sector financiero. La capacidad para expandir el negocio no es igual si el sector financiero está caracterizado por unos pocos grandes bancos nacionales, que si existen muchos pequeños bancos regionales, dedicados a captar ahorro y prestar a negocios locales.

El BCE se ha desentendido de la dimensión regional de sus políticas, argumentando que sus estatutos centran su tarea en la contención de la inflación, trabajo que ha realizado de manera excelente. Sin embargo, las disparidades regionales en renta per cápita (y en otras muchas dimensiones económicas y sociales) siguen presentes, a pesar del enorme esfuerzo realizado por la Unión Europea a través de los fondos estructurales y de cohesión. Puede que haya llegado el momento de evaluar desde una perspectiva más amplia las consecuencias de una política monetaria común, que si bien contribuye a la estabilidad macroeconómica, puede estar en el origen de las desigualdades territoriales en el seno de la Unión.

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