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Las Comunidades Autónomas en su encrucijada.

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Por: José Manuel Cabello González. Profesor Titular de Economía Aplicada. Universidad de Málaga

La descentralización del Estado Español que se ha llevado a cabo en la transición tiene en mi opinión dos defectos importantes. El primero de ellos es su desequilibrado desarrollo en cuanto a los ingresos y los gastos. El segundo se refiere a su continua transitoriedad.

Comentemos este último punto en primer lugar, para centrarnos en el segundo con más amplitud. No es de recibo no haber cerrado el mapa de las competencias traspasadas a las CCAA tras cerca de 40 años de democracia. No digo que una vez establecida la estructura del Estado esta sea inmutable. Nada lo es. Tras largos periodos de estabilidad y tras una evaluación de las mismas no hay nada más sano que una renovación de los fundamentos del Estado si esto es menester. Pero lo que es imperdonable a los padres de la patria es que esta estructura del Estado haya estado permanentemente abierta y se haya modificado en función de los intereses electorales, por definición de corto plazo, de los partidos que en ese momento estaban en el gobierno. Así, tanto PP como PSOE han utilizado la transferencias de competencias como monedas de cambio de un apoyo electoral puntual. Como ejemplo, recordemos el apoyo que el PNV dio al gobierno del PSOE en la ley del aborto a cambio de las competencias en las políticas activas de empleo. Sin comentarios.

Pero centrémonos en el desequilibrio producido en el desarrollo autonómico desde el punto de vista de los ingresos y de los gastos. Las CCAA han avanzado en su autonomía desde el lado del gasto, pero, sin embargo, no lo han hecho de igual manera desde el lado de los ingresos. Este desequilibrio ha sido muy negativo en el buen hacer de los gobiernos autonómicos, pues han podido realizar gastos que sus ciudadanos han aplaudido, sin tener el coste de recaudar los impuestos que son necesarios para llevar a cabo dichos gastos. Es decir, se han podido convertir, de facto, en gobiernos populistas que prometen gastar y gastar, ya que los ingresos los negocian en una mesa junto al gobierno central. El sistema es “perfecto”, si gasto mucho es que son grandes gobernantes, si no, es el gobierno central quién discrimina a nuestra autonomía.

Una vez instalados los gobiernos autonómicos en el poder, y haciendo uso del sistema perverso comentado, se han eternizado en la mayoría de los casos, debido a su irresponsabilidad fiscal. Han puesto la cara bonita del gasto (infraestructuras, sanidad, etc), sin necesidad de poner la cara fea de los ingresos (impuestos).  Pero si analizamos los gastos que tienen transferidas las CCAA, fundamentalmente, por importancia cuantitativa y cualitativa, sanidad, educación y asistencia social, su característica principal es su inelasticidad. Sus necesidades, lejos de disminuir con la crisis, aumentan y en el caso de la sanidad de forma casi explosiva. Sin embargo, los ingresos siguen dependiendo del Estado Central. De manera que ese desequilibrio en la descentralización de los gastos y los ingresos que ha permitido a los gobiernos autonómicos altas dosis de popularidad, se ha vuelto en su contra cuando han tenido que mantener las prestaciones a la ciudadanía con unos ingresos menores y dependientes del Estado Central.

Echémosle un vistazo al siguiente gráfico:

 

Las barras rojas son el gasto anual  y las barras azules son los ingresos anuales, ambas desde 2004 hasta 2012. La diferencia son los déficits anuales (superávits en 2005-2008) en los que han incurrido los presupuestos. Como podemos observar, los déficits han sido el resultado de dos procesos. El descalabro de ingresos que ha sufrido la economía, fundamentalmente por la ausencia de aquellos que provenían directamente de la burbuja inmobiliaria, sumados a los que lógicamente se pierden en una economía que ve triplicar su tasa de paro y que las empresas desaparecen a un ritmo vertiginoso.  Y el incremento espectacular del gasto que pasa de representar menos del 40% del PIB a suponer el 48%. Los estabilizadores automáticos como los subsidios de desempleo pueden explicar parcialmente este incremento, aunque me temo que no son ni siquiera la parte más importante de éste. Tenemos un problema de gastos. Los ingresos a duras penas (subidas insufribles de los impuestos) han llegado en el año 2013 a niveles de 2004. Los gastos se han disparado. Es inevitable un recorte sustancial de los mismos si no queremos vernos abocados a la quiebra del país.

Pero como comentábamos anteriormente, la naturaleza de los gastos que han sido transferidos a las CCAA son más inelásticos, que los que permanecen en el Estado central. Esto va a provocar la culpabilización de las CCAA como las causantes de los déficits del Estado.

Si queremos mantener la descentralización del Estado habrá que plantearse en serio la descentralización de los ingresos. Aprovechemos que tenemos un sistema fiscal injusto, ineficiente y además inseguro, y acometamos la reforma en profundidad del mismo incluyendo el reparto de los impuestos según su naturaleza. Podríamos, por ejemplo, establecer los impuestos sobre las rentas (IRPF, IS) como impuestos nacionales, ya que es más difícil establecer su origen. Los impuestos sobre el consumo (IVA, Especiales) como impuestos autonómicos, debido a su clara asignación al territorio y los impuestos sobre el patrimonio (IBI, etc.) como impuestos locales. Así de una vez, nos evitaríamos la cantinela de las balanzas fiscales y su uso desleal por parte de algunas autonomías.

Hagamos a las CCAA verdaderamente autónomas como su nombre indica y no dependientes del Papá Estado Central. Aunque estas tengan que sufrir el coste de la verdadera autonomía: la libertad.

Reflexiones
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