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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

Tres características de los informadores de hoy

José Manuel Otero Lastres el

En 1984, la vigésima edición del Diccionario de la RAE consideraba periodista a la “persona que compone, escribe o edita un periódico”, y más ampliamente a “la que tiene por oficio escribir en periódicos”. En treinta y tres años, el importante peso que han adquirido otros medios de comunicación social y la realización de otras tareas por estos profesionales han supuesto una ampliación del concepto de “periodista”, que es, además del habilitado legalmente para el ejercicio del periodismo, la “persona dedicada profesionalmente, en un periódico o en un medio audiovisual, a tareas literarias o gráficas de información o de creación de opinión” (Diccionario de la RAE, actualización de la edición digital 2017).

Aunque tal vez les corresponde a ellos hablar de su profesión, en mi condición de simple ciudadano que está interesado por la realidad y que escribe en un blog, me voy a atrever a poner de manifiesto tres excesos que advierto en el modo de ejercer actualmente el periodismo por parte de algunos –ciertamente pocos, pero cualificados- de estos profesionales.

La primera es un cierto grado de “pesebrismo” que parece muy superior al de otras épocas, la segunda un excesivo protagonismo que está convirtiendo al periodista más en sujeto activo de la noticia que en distanciado narrador de la misma, y la tercera una influencia excesiva en la actual “infantilización” del público. Veamos.

Cuando parecía que la democracia iba a traer la libertad, que mi generación ansiaba por encima de cualquier otra cosa, la realidad actual hace dudar de que la hayamos conseguido del todo. Y es que, aunque existen libertad e independencia en el mundo del periodismo, son más aparentes que reales. En efecto, en los numerosos debates que se plantean en los medios audiovisuales, los periodistas que intervienen se alinean con tal precisión en su bando ideológico que el espectador adivina sin demasiado esfuerzo la posición de cada uno ante los temas suscitados. Para que se me entienda: no se van formando grupos que son diferentes en función de la cuestión debatida, sino que hay bloques “preconfigurados” y alineados uniformemente en función de la ideología. Y esto o supone una coincidencia rayana en la más fanática militancia o es “pesebrismo” -¿moderno?- puro y duro.

La segunda característica del ejercicio moderno del periodismo es el exceso de protagonismo de algunos periodistas. Y es que en la actualidad es tan fuerte el poder de los medios de comunicación que los periodistas han pasado de ser “contadores” de noticias a “protagonistas” en el modo de contarlas, lo que los convierte por sí mismos en prescriptores de la realidad. Este cambio de papel ha tenido el efecto positivo de aumentar el prestigio social de la profesión. Hasta tal punto que es relativamente frecuente ver a destacados periodistas en anuncios publicitarios recomendando los más variados productos o servicios. Pero este nuevo “vedetismo” periodístico –al igual que otros, como el judicial- puede traer consecuencias negativas, como es la posible pérdida de la distancia necesaria para asumir el papel que le corresponde: conducirse con la mayor objetividad e independencia.

La tercera característica tiene que ver con el modo actual de presentar ciertas noticias especialmente impactantes en la sensibilidad del público. Me refiero sobre todo a ciertos acontecimientos trágicos (desaparición y asesinato de jóvenes o niños), que hace años no pasaban de las páginas de sucesos, pero que hoy son cuidadosamente “amasados” y ofrecidos por los medios como noticias de primera plana, excitando la sensibilidad de los ciudadanos y provocando un sentimiento de solidaridad común con los afectados. Lo cual acaba por “infantilizar” a la ciudadanía que reacciona sensibleramente en lugar de actuar con la madurez propia de las sociedades adultas y avanzadas.

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