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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

La impaciencia ciudadana y la prudencia del gobernante

José Manuel Otero Lastres el

En su columna de hoy en la Voz de Galicia, bajo el título “Anorexia democrática y voluntad popular”, escribe con su habitual acierto Xosé Luis Barreiro, que “cada vez hay más expertos -un experto es un sabio anónimo e indeterminado en cuya boca ponen los ignorantes lo que no se atreven a decir- que se muestran preocupados porque el país está paralizado”. Y añade que “cuando alguien les pregunta el porqué de tanta anorexia política, los mismos expertos responden con dos bobadas infinitas: porque Mariano Rajoy lleva el pasotismo en sus genes, y porque la clase política va a lo suyo y no se preocupa de la gente”.

De ambas bobadas, me voy a detener en la primera. No hay que ser muy perspicaz para caer en la cuenta de que los actuales son tiempos difíciles. Pero por los signos que empiezan a vislumbrarse –y aunque lo políticamente correcto sea lo contrario- me atrevo a decir que parece que la otrora sufrida y menguante clase media española parece haber superado la severa crisis económica que sufrimos desde principios de 2008. ¡Ya iba siendo hora porque han pasado 10 años!

Pero si lo que antecede es cierto también lo es que, en cambio, estamos sumidos en una severa crisis institucional. Y lo digo no solo por el desafío independentista catalán, sino por las enormes dificultades con la que se están encontrando el Gobierno de la Nación como consecuencia de su débil posición en el Congreso de los Diputados. Por eso, coincido con  Xosé Luis Barreiro cuando escribe que “España está paralizada… por voluntad popular. Porque su Parlamento, cada vez más fragmentado y babélico, no tiene ninguna capacidad ni de acuerdo, ni de decisión, ni de análisis; y porque, si vamos a fiarnos de los centenares de fake polls -enquisas amañadas- que se publican diariamente, todo apunta a que el proceso de anorexia gubernativa solo puede empeorar”.

Culpar de todo a Mariano Rajoy y a su “pasotismo genético” es dar crédito a la “falabaratería” de los “arreglamundos de café” y olvidarse de que como dijo Tucídides, «para el gobierno son mejores los ingenios tardos y moderados que los agudísimos y veloces».

Nos encaminados  a un tiempo de reformas que nos van a afectar a casi todos, por lo que no está de más reclamar que se desplieguen las velas del cambio hacia los vientos de la prudencia. Estamos en plena tempestad, pero no podemos dejar de cruzar el mar, porque de lo contrario naufragamos. No es momento de maniobras audaces, ni tiempos para la temeridad. Tenemos que capear la tormenta, ponernos al abrigo del viento huracanado de la fragmentación parlamentaria y del oleaje oscilatorio del mutipartidismo. Y para todo ello hay que pertrecharse con el coraje de la prudencia. Porque como también escribió Quevedo, «el prudente sabe juntar muchas conjeturas de cosas para sacar un juicio cierto». Por eso, más que audacia y celeridad, pido sosiego y cordura, porque el acierto del Gobierno es el acierto de todos.

 

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