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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

El discurso navideño del Rey

José Manuel Otero Lastres el

La verdad es que Felipe VI no lo tenía fácil. Después de su magnífica intervención el 3 de octubre, la aplicación por el Gobierno del artículo 155 de la Constitución y el sorprendente resultado de las pasadas elecciones catalanas, los espectadores estábamos a la mira de lo que iba a decir nuestro monarca en su mensaje navideño. Muchos de ustedes se habrán formado su opinión tras escucharlo en directo y otros habrán leído lo que dicen los medios, tanto en sus editoriales como en las declaraciones de los representantes de los distintos partidos políticos. Seguidamente, voy a expresar lo que me pareció el discurso.

Lo primero que debo señalar es que hay que tener en cuenta que España es una monarquía parlamentaria y que el Rey, además de ser símbolo de la unidad y permanencia de España y árbitro y moderador del funcionamiento regular de nuestras instituciones, es el más alto representante del Estado español. El discurso navideño debe ser situado, pues, en esta perspectiva: el que habla no es quien gobierna, sino el Jefe del Estado, el titular de la Corona, cuyas funciones están especificadas en el artículo 62 de la Constitución y entre ellas, insisto, no figura la encargarse del gobierno de la Nación.

Digo esto porque habrá algunos que esperaban un tono más severo al referirse a Cataluña. En mi opinión, a diferencia del 3 de octubre en el que hizo uso excepcionalmente de su posición de Jefe del Estado, desde la óptica constitucional de símbolo de la unidad de España y en una función arbitral del funcionamiento regular de nuestras instituciones, el pasado día 24 y dada la naturaleza normal de su intervención, habló como Rey de todos los españoles para mostrarnos al finalizar el año sus preocupaciones y sus deseos sobre el futuro de España.

Desde esta perspectiva, y teniendo que partir inevitablemente del resultado de las urnas en las elecciones catalanas, me pareció bien –y suficiente- su tono conciliador y, en cierto modo, admonitorio, al reconvenirnos sobre que “se afronten los problemas que afectan a todos los catalanes respetando la pluralidad y pensando con responsabilidad en el bien común”.

Las opiniones de los nacionalistas, republicanos, y demás críticos con la monarquía, aunque ésta sea ahora representativa, fueron las que cabía esperar. Con todo, no deja de ser sorprendente el “nivelazo” de los Podemitas, que en su afán de dejarnos frases llamativas y maliciosas, aunque sean huecas, hablan de que el Rey abrazó el argumentario del PP (en lugar de decir el de la Constitución) y su máximo líder, Pablo Iglesias, de que “España no necesita reyes, sino servicios públicos de calidad, trabajo y diálogo” como si fueran opciones equivalentes y elegibles.

 

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