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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

Nunca es tarde…

José Manuel Otero Lastres el

Con toda la prevención del mundo por meterme en un terreno que no me resulta familiar, y con el permiso de uno de nuestros mejores expertos en gastronomía, mi compañero y amigo Caius Apicius, me voy a atrever a relatar la experiencia culinaria que tuve hoy en Abu Dhabi. Todos los de mi grupo, excepto yo porque ya la conocía, se fueron a Dubai, por lo cual estaba solo a la hora de almorzar.

Sabía por referencias ajenas que en el hotel Four Seasons, en el que estamos alojados, hay un restaurante japonés, de una cadena de origen español, el “99 sushi bar & restaurant”, que cuenta con diversos establecimientos en Madrid y Barcelona. Y teniendo la seguridad de que me iba a encontrar con alguien que hablara mi idioma decidí aventurarme a degustar la comida japonesa.

Al llegar, estaba en la puerta de entrada de tan lujoso restaurante su General Manager, Jaime Castañeda, al que, tras confesarle mi total ignorancia sobre la gastronomía japonesa, le pedí que me confeccionara un menú representativo y no demasiado exótico, advirtiéndole que él sería el responsable de que a partir de hoy pudiera aficionarme o desechar para siempre tal cocina.

Les adelanto que fue una experiencia extraordinaria. Para beber me recomendó una cerveza japonesa, Asahi, que me pareció un poco más amarga que las nuestras, pero que estaba muy buena. Seguidamente, me sirvieron dos entrantes: un coctel de anguila tempurizada con una salsa suave de yema de huevo, mantequilla y limón; y un maki de bogavante con goma wakane, pepino y mayonesa de yuzu, sopleteado con aceite de cilantro. Ambos estaban riquisímos.

El primer bocado fue la tempura de anguila bañada en yema de huevo y la sensación no pudo ser más satisfactoria. Después, empecé a degustar los makis de bogavante mojados en salsa de soja, suave, que reforzaba su sabor sin sobreponerse, ni desnaturalizarlo.

El plato fuerte fueron los nigiris, a cada cual mejor, en una especie de sinfonía de sabores que iba in crescendo hasta llegar al último que fue como si me explotara en la boca tan maravilloso sabor. El primer nigiri fue de salmón flambeado con lima, seguí con ventresca de atún con emulsión de tomate y aceite de arbequina, gunkan de cangrejo real de Alaska, vieira a dos temperaturas con mayonesa de yuzu y ralladura de lima, rodaballo flambeado con aceite de cilantro, y finalicé –aquí, como dije antes el estallido del sabor en la boca fue total- con foi con frambuesa y salsa dulce de tare.

El postre consistió en mochis de vainilla, una especie de pasteles pequeños de helado de vainilla recubiertos de una textura de arroz que a pesar de saber lo que era me resultó irreconocible.

Más de una vez vi a mis hijas entusiasmadas degustando comida japonesa. Yo hasta ahora había probado algún sushi que otro. Pero nunca había tenido la ocasión de almorzar un menú tan exquisito compuesto enteramente por comida japonesa. Y debo decirles, como dice nuestro sabio refranero, que nunca es tarde cuando la dicha es tan buena como en esta ocasión.

Es algo que le debo al citado Jaime Castañeda que tuvo la amabilidad de aconsejarme y de hacer un menú auténticamente de “degustación”. Lo mejor de todo es que me ha asegurado que en sus restaurantes de Madrid podré disfrutar de los mismos platos.

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