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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

El camuflaje político del “Podemismo” y otros grupos radicales

José Manuel Otero Lastres el

La segunda acepción gramatical de “camuflaje” es “disimular dando a algo el aspecto de otra cosa”. Serán muy pocos los que no hayan visto alguna vez una película de guerra en la que los soldados tratan de mimetizarse con el terreno para evitar que los detecte el enemigo. Pues bien, después de cierto tiempo observando cómo ejercen su actividad los “nuevos” políticos de las formaciones y movimientos radicales, he llegado a la conclusión de que se dedican por encima de todo a camuflarse. Y no solo en su vestimenta y estética personal, sino también en disimular su ignorancia con una ideología retrógrada para que no nos demos cuenta de su preocupante falta de preparación.

En la Voz de Galicia del 22 de enero de 2008 se publicó una noticia que decía “no estudie: hágase político”. Estas palabras –que comenté en un artículo que publiqué entonces en dicho periódico- se referían a la publicidad de un curso acelerado de 60 horas para hacerse diputado, senador o político. A cambio de los 2.500 euros que costaba la enseñanza, se ofrecía a los alumnos la formación necesaria para desempeñar estos cargos, indicándose a modo de señuelo que, de ocuparlos, se abría la puerta para obtener altos salarios, viajar en primera y disponer de la tarjeta “visa oro”.

No digo, que quede claro, que los nuevos políticos de la citadas formaciones provengan en su mayoría de tales cursos acelerados. Los hay, aunque no son muchos, que tienen formación universitaria y hasta han llegado a ser profesores intermedios en la propia Universidad. Lo que afirmo es que su manera de ejercer la política revela una formación de parecido nivel a la que seguramente se ofrecía en la indicada academia.

Mi opinión obedece a que su actuación es, generalmente, una mezcla de mucha “retroactividad” (obrar sobre lo pasado) y muy poca actividad (eficacia sobre lo actual). Se dedican habitualmente a remover el pasado, tratando de destruir lo que hemos conseguido entre todos, para que no se advierta su falta de capacidad para enfrentarse con las dificultades del presente. Y es que es más fácil destruir que construir. Para lo primero solo hace falta manejar la piqueta, mientras que para lo segundo se requiere creatividad, imaginación, conocimientos y experiencia; es decir, talento y preparación. Dotes, por lo que se está viendo, de las que carecen manifiestamente. Sin ir más lejos, Pablo Iglesias tuvo la desfachatez de decir ayer que Felipe VI en su reciente discurso en la Congreso de los Diputados “no estuvo a la altura” del actual momento histórico, ejemplo de “ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”.

Por eso, hablo de camuflaje: están interesadamente removiendo el pasado para que no veamos su incapacidad para afrontar los problemas actuales. Son una especie de ilusionistas o magos que nos hacen mirar hacia un lado para que no descubramos su palmaria incapacidad para gestionar los intereses de la ciudadanía.

Lo malo es que todavía parecen gozar en los medios (seguramente siguen sorprendidos y aún no han salido de su asombro) de patente de corso para hacer y decir lo que quieran de los demás, censurando cualquier actuación ajena por mínimamente discutible que sea. Y con un descaro insultante justifican cualquier actuación en la que se ven involucrados.

Nuestra sociedad parece que está despertando y cuando se le da ocasión, como sucedió con al excelente intervención de Ana Oramas en la pasada “moción de hartura”, lo celebra jubilosamente en las redes sociales, aplaudiendo tan magnífica intervención en tan poco espacio de tiempo.

Me duele comprobar que el radicalismo verbal de los “Podemitas” y afines contra la beneficiosa transición democrática, así como sus intentos de hacer volar por los aires el generoso valor de la reconciliación, nos tiene acobardados. Es hora, pues, de desperezarse y hacerles frente con las ideas, sin complejos y convencidos de que solo son unos ignorantes con arrojo. Lo que propongo es que tengamos bien presentes las sabias palabras de Stefan Zweig (en Castelio contra Calvino): “como siempre, una pequeña pero activa minoría, desde el momento en que muestra arrojo y no hace economías con el terror (en este caso, verbal), es capaz de intimidar a una gran mayoría que, sin embargo, se comporta de modo perezoso”.

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