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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

El cómodo e irresponsable trabajo de los “verificadores”

José Manuel Otero Lastres el

La de “verificador” es una nueva profesión que se parece mucho a la que merodea en el mundo de los litigios judiciales y que denominé en mi novela “El campo de Bucéfalo” los “brujos” o “conseguidores”. Son éstos sujetos que presumen de tener fácil acceso a la magistratura y que examinan los medios de comunicación para detectar un conflicto jurídico de importante cuantía en los Tribunales. Cuando eso ocurre se lanzan como aves rapaces a ofrecer sus servicios de intercesión a los litigantes, asegurándoles, previa una sustanciosa remuneración, que pueden conseguir del tribunal una visión favorable de su caso. La verdad es que arriesgan poco porque si el asunto no acaba según lo ofrecido por el conseguidor la culpa la tuvieron el abogado que no estuvo a la altura de lo esperado y el brujo de la otra parte que fue más influyente.

Los “verificadores” hacen algo parecido. Los más conocidos fueron, sin duda, los que, como consecuencia de las distintas Resoluciones de la ONU, tuvieron como misión verificar si Irak contaba o no con armas de destrucción masiva. Lo que sucedió es conocido por todos: tras múltiples viajes de los verificadores a Irak, se inició una guerra contra este país porque no llegó a destruir dichas armas, sin que posteriormente hubiera llegado a demostrarse que las tenía. Todo lo cual convirtió la actuación de estos sujetos, más que en una comprobación de la verdad, en un vaticinio: conjeturaron que no se había destruido algo que no se llegó a probar que existiera.

La diferencia entre los enojosos conseguidores judiciales y los caraduras verificadores es el distinto ámbito  en el que actúan: los primeros en los aledaños de los tribunales y los segundos en el mundo de los conflictos políticos.

Pues bien, uno de estos supuestos “artesanos de la paz” –como les gusta llamarse-, Ram Manikkaligam, es el que ha actuado como “verificador” de la última mascarada propagandística de ETA que  aparentó un desarme total y definitivo sin que ni el citado verificador ni nadie hubiese podido comprobar previamente la verdadera composición del arsenal que atesoraba la banda terrorista. Y si no hubo control previo solo queda creer en la palabra de ETA. ¿Tiene este hatajo de asesinos alguna credibilidad? Para una gran parte de los españoles, ninguna.

Lo que antecede nos conduce a que, al igual que los “brujos” o “conseguidores”, los verificadores a posteriori son del todo innecesarios. Como publica ABC, Josu Puelles (hermano del policía nacional Eduardo Puelles asesinado por la banda) sostiene que “todos los verificadores forman parte de la misma estrategia política. No necesitamos actores ni organismos internacionales que lo único que hacen es convertir la historia de la banda en una especie de conflicto internacional”.

Todo parece indicar que los verificadores, como los conseguidores, no trabajan gratis et amore. Antes al contrario, cobran, y bien, por su actuación teatral ante los medios. Por eso, me temo que la de verificador es una profesión con mucho futuro: no verificas, cobras y acabada la representación no tienes la más mínima responsabilidad.

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José Manuel Otero Lastres el

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