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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

Cuatro cirujanos para una operación a corazón abierto

José Manuel Otero Lastres el

Aunque llevaba algún tiempo recibiendo avisos de que su sistema cardiovascular estaba seriamente dañado, Manolo García seguía con su estresante ritmo de vida, sin hacer prácticamente ejercicio y comiendo y bebiendo sin moderación. Y claro sucedió lo que se preveía: un día en el trabajo sufrió un ataque cardíaco que acabó con él en el quirófano para ser sometido de inmediato a una operación a corazón abierto.

Como tenía la suficiente lucidez, le comunicaron que el hospital contaba con cuatro equipos de cirujanos y que tenía derecho a elegir al que quisiera.

El primer cirujano era joven, muy bien parecido, muy dotado para los debates públicos, gran estudioso de la teoría de las operaciones de corazón, pero que todavía no había operado nunca a un enfermo con su cuadro médico.

El segundo cirujano, que también era joven, era un gran dialéctico y solía intervenir en televisión en programas sobre la situación del sistema sanitario. Tenía un aspecto físico un poco descuidado, pero era un buen polemista sobre las necesidades del sistema público de salud. En su contra, tenía que su formación médica era también puramente teórica y que tampoco se había enfrentado nunca con una operación de la envergadura de la de Manolo García.

El tercer cirujano, había acabado sus estudios hacía pocos años y, tras pasar algunos meses en la universidad, sufrió el infortunio de perder su puesto de trabajo y tener que pasar algún tiempo en el paro. Aunque era un poco obsesivo y reiteraba una y otra vez los defectos de nuestro sistema de sanidad, era muy animoso y se mostró dispuesto a operar a Manolo. A la pregunta de éste de si había realizado alguna vez una operación semejante, le respondió que no. Pero que no importaba porque estaba seguro de que él lo haría bien y, en todo caso, mejor que los demás.

El cuarto y último, era el mayor de todos, tenía el pelo canoso, y no destacaba por su oratoria. Pero había pasado por todos los puestos de la unidad de cirugía del corazón y llevaba varios años de cirujano jefe. A la pregunta de Manolo de si había realizado alguna vez una operación similar a la que iban a practicarle a él, le respondió que en numerosas ocasiones e incluso algunas mucho más delicadas y arriesgadas.

Manolo no dudó. Estaba allí para ser intervenido quirúrgicamente con grave riesgo de perder su vida y pensó que lo mejor era encomendar su destino al médico más experimentado, aunque fuera menos joven, no tuviera tan buena presencia y no fuera tan brillante en los aspectos teóricos del sistema sanitario.

Cuando su familia, sus amigos y la gente de su entorno más próximo conocieron la decisión de Manolo de escoger al médico más experimentado, respiraron tranquilamente, coincidieron en que era una buena elección y se fueron a la sala a espera hasta que les dieran el resultado. Que, por cierto, y, como era previsible, fue muy satisfactorio.

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