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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

Tres visiones temporalmente sucesivas de la mujer

José Manuel Otero Lastres el

Me van a permitir que haga algunas consideraciones sobre las distintas –y cada vez mejores- visiones de la mujer que han ido apareciendo a lo largo del tiempo en los medios impresos.

Comienzo por la que reflejó nuestro genial Francisco de Quevedo en el apartado “defectos insufribles” de su obra Capitulaciones Matrimoniales escrita a comienzos del siglo XVII (parece que fue en el año 1.600). Pues bien, refiriéndose a cómo debería ser la mujer, escribe Quevedo “que no sea tan fea que espante, ni tan hermosa que admire, ni tan flaca que mortifique, ni tan gorda que empalague”.

Se trata, como puede observarse, de una visión de la mujer exclusivamente desde la óptica de su físico, considerando el autor “defectos insufribles” los que se salen de los cánones de la medianía: en cuanto a la belleza, la mujer no debe ser ni muy fea ni muy guapa; y con respecto a su peso, ni muy flaca ni muy gorda. Es una visión muy empobrecedora de la mujer que no merece mayor comentario para no incurrir en el defecto de juzgar el pasado con criterios actuales.

La segunda visión que me parece interesante es la que ofrece Pío Baroja en su novela “El árbol de la ciencia”, publicada en 1911. El personaje es Lulú, una de las Minglanillas, hija de la viuda doña Leonarda. Y de ella narra Baroja: “Era, sin duda, una mujer inteligente, cerebral, como la mayoría de las mujeres que vienen trabajando en las grandes ciudades, con una aspiración mayor por ver, por enterarse, por distinguirse, que por sentir placeres sensuales”.

Este pasaje, que supone una visión más moderna de la figura de la mujer, me suscita los siguientes comentarios. Es el primero que  el escritor donostiarra describe a Lulú destacando sus cualidades intelectuales: la mujer es algo más que su físico, importan su inteligencia y su carácter cerebral más que apasionado. El segundo comentario es que Baroja liga los valores intelectuales de la mujer con el hecho del trabajo: las cualidades que atribuye a Lulú coinciden con las que poseen las mujeres que trabajan en las grandes ciudades. Y, en tercer lugar, refleja las aspiraciones de ese tipo de mujer trabajadora e inteligente: les interesa más ver lo que las rodea, enterarse de lo que sucede y distinguirse de las otras, que sentir los placeres relacionados con el sexo.

Finalizo con un artículo del ABC.es de hoy titulado “Radiografía de la mujer española”. Su autora, Ana Verónica García, afirma “Adentrándonos en el siglo XXI, con una presencia mayoritaria en las universidades e indiscutible valía en el ámbito profesional, la mujer aún se enfrenta cada día a la obligación social de demostrar que es buena madre, ama de casa y administradora del hogar, amante, cónyuge que se ocupa de forma cariñosa de su pareja, trabajadora, y que, además, sabe ser mujer, porque la sociedad le “exige” que se vea bien, por muy frívolo que esto pueda parecer”.

Estoy completamente de acuerdo con esta visión de la mujer moderna, que describe con rigor y precisión la multitud de tareas de la mujer actual, y que induce a preguntarse si no es demasiado pesada la carga que soportan, cuando todo parece indicar que seguirán asumiendo otras.

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