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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

¿Huele a algo la belleza?

José Manuel Otero Lastres el

En uno de sus cuentos peregrinos “El avión de la bella durmiente”, Gabriel García Márquez escribe “El clima de su respiración era el mismo de la voz, y su piel exhalaba un hálito tenue que sólo podía ser el olor propio de la belleza” .

Hasta ahora se había escrito sobre las ventajas de la belleza. En un artículo publicado en Clarín, Marina Iglesias afirma que “por primera vez la ciencia lo confirma: a lo largo de la vida, los bellos la pasan mejor. Economistas argentinos comprobaron que hasta tienen más chances de ser llamados cuando dejan un curriculum”. Y concluye señalando que “los lindos tienen más amigos, mejores trabajos y ganan más”.

Movido por la curiosidad, acudí al Diccionario de la Lengua Española de la RAE y comprobé que la palabra “belleza” tiene dos acepciones: “Propiedad de las cosas que hace amarlas, infundiendo en nosotros deleite espiritual. Esta propiedad existe en la naturaleza y en las obras literarias y artísticas” y “Mujer notable por su hermosura”.

Que hay cosas en la naturaleza y obras literarias y artísticas que son bellas, es algo que no puede discutirse. Tampoco me parece que pueda serlo que hay mujeres bellas agraciadas con una gran hermosura. E incluso me atrevo a decir –y en esto el Diccionario parece haberse quedado corto- que también hay hombres que lo son. En mi opinión, es una falta de acierto en los redactores de los significados de “belleza” no haber incluido al hombre como persona en quien puede concurrir la belleza.

Estoy convencido también de que los bellos, sean hombres o mujeres, parten en la carrera de la vida con una cierta ventaja inicial. Es algo así como la fábula de la carrera entre la tortuga y la liebre. Pero para mí tengo que si los “bellos” se duermen en los laureles no tardarán en ser ampliamente rebasados por los más capacitados, aunque no sean guapos.

Lo que no he podido llegar a imaginar es el “olor propio de la belleza” del que habla Gabo. El premio Nobel colombiano alude a “un hálito tenue”. La descripción me parece brillante y no creo haberme resistido nunca a olfatear con deleitación ese hálito tenue. Pero tengo que confesar humildemente que nunca he podido percibir el olor de la belleza. Sí he visto los ojos de la bondad, también he palpado la suavidad de la piel, y he oído la candencia arrebatadora de algunas voces. Pero debo tener muy mal olfato porque ha estado muy cerca de personas muy bellas y nunca tuve la sensación de que todas olieran igual. Así que mientras no tenga la fortuna de captar ese “hálito tenue”, seguiré pensando en que lo realmente bella es la imagen literaria de García Márquez.

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