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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

Profesionalidad e ideología

José Manuel Otero Lastres el

Según el Diccionario de la RAE, la “profesionalidad” consiste en una cualidad que posee aquella persona que ejerce su actividad con relevante capacidad y aplicación. De acuerdo con esta significación, lo que mide la profesionalidad de cada uno es la capacidad que posee para dedicarse a la actividad de que se trate y el grado de aplicación con que lo haga, esto es: la puesta en práctica de los conocimientos precisos a fin obtener el rendimiento esperado.

Por “ideología” se entiende gramaticalmente el conjunto de ideas fundamentales que caracterizan el pensamiento de una persona. Y aunque el pensamiento de cada ser humano está formado por numerosas ideas de todo tipo, son las de tipo político y social –las religiosas son más bien creencias- las que conforman lo que se entiende vulgarmente por ideología.

Pues bien, como puede observarse fácilmente, la profesionalidad y la ideología pertenecen a ámbitos diferentes. La primera, a la actividad con la que se gana el sustento cada individuo. Y la segunda, al conjunto de ideas con las que debe regirse nuestra convivencia pacífica. A lo que debe añadirse que, salvo en la propia actividad política en que se entremezclan (la profesionalidad en política está fuertemente condicionada por la propia ideología del partido), en la generalidad de las profesiones la ideología no forma parte de la lex artis con la que debe desempeñarse la actividad.

Lo que acabo de decir no significa que un profesional no deba tener ideología. Antes al contrario, la ideología es una parte esencial de cada ser humano y supone una especie de “manual” de instrucciones con el que afrontar las cuestiones que afectan a su faceta de ciudadano.

Ahora bien, hay profesiones en las que la ideología del sujeto no debería influenciar, sobre todo si es para torcer, las reglas que rigen la puesta en práctica de la correspondiente profesión. Me explico. Un médico debe ver en sus pacientes solamente a personas necesitadas de sus conocimientos sobre medicina sin tener en cuenta si tienen o no su misma ideología. Y debe tratar de curarlos a todos entregándose por completo a ellos, tanto si piensan políticamente como él o de manera diferente. Lo que sería inadmisible es que dispensara solo el mejor tratamiento a sus afines políticos.

Pues bien, esto que se ve con tanta claridad en medicina, debería suceder igual en otras profesiones. Un juez debe aplicar el derecho sin tener en cuenta ni su ideología, ni la de los justiciables; y lo mismo debería sucede con los Inspectores de Hacienda, por poner solo dos profesiones que están actualmente de moda: no deberían tratar bien al del propio partido y mal al del contrario, sino a todos según dicten las reglas de la profesionalidad.

Y desde luego lo que es inadmisible es que se utilice el “poder” implícito de la propia profesión para hacer política. El Estado reviste de “imperium” a ciertos profesionales dentro de los límites de un sano ejercicio de su profesión, nunca para que se sirvan de él ni en beneficio propio (aumentar su notoriedad) ni de una causa puramente partidista.

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