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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

La trampa mortal del escaparate de opulencia

José Manuel Otero Lastres el

En la madrugada de hoy, ha naufragado un viejo pesquero entre la costa de Libia y la italiana cargado de ilusionados inmigrantes. Se habla de más de 700 víctimas. La noticia es sobrecogedora y suscita los siguientes comentarios.

Ante acontecimientos así, resulta difícil no sentirse avergonzado de pertenecer a la raza humana. Desde siempre hemos vivido en un mundo absolutamente desigual, pero desde que hemos entrado en la era de la globalización lo venimos, además, publicitando.

Hoy desde cada punto geográfico del planeta puede contemplarse lo bien que vivimos en el primer mundo: estamos retransmitiendo nuestra vida como si estuviéramos en un escaparate y restregamos ante los ojos de los más desfavorecidos todo lo que despilfarramos y lo mucho que nos sobra. No debe extrañarnos, pues, que arriesguen su vida de miseria por tratar de participar en nuestro opíparo festín.

Pero con ser eso grave lo es mucho más que haya otros desalmados (no me atrevo a llamarles seres humanos) que comercien con la muerte de esos infelices. De todos es sabido, que hay mafias que organizan esos viajes y que, sabiendo perfectamente el enorme riesgo que tienen los embarcados de perder la vida, suben a unos viejos cascarones de dificultosa navegabilidad muchos más viajeros de los que pueden soportar. A esos malnacidos que comercian con la muerte de los hacinados herederos de la nada lo único que les importa es el máximo beneficio y por eso no tienen el más mínimo escrúpulo en preparar a sabiendas verdaderas trampas mortales por las que cobran pingües beneficios.

Mientras tanto los demás, tanto a nivel personal como de los gobiernos de las países desarrollados, somos cómplices de estas matanzas de seres desesperanzados, porque viendo cómo se suceden uno tras otro acontecimientos como el que nos ocupa, miramos para otro lado.

Y no tenemos la más mínima disculpa porque no es que nos hayamos vuelto insensibles, es que hasta somos clasistas con nuestra conmiseración. Lo digo porque todos tenemos en la retina las reacciones de legítimo dolor de los gobiernos y los ciudadanos europeos implicados ante el reciente accidente de avión en los Alpes franceses. Y allí se reaccionó bien aunque eran solo 150 pasajeros frente a los 700 fallecidos de esta noche. Pero claro aquellos era de los nuestros, mientras que los que yacen en las aguas del Mediterráneo eran de otras razas, pobres, perseguidos y hasta tenían la desfachatez de venir a compartir las sobras de lo nuestro.

Es hora de que las organizaciones internacionales como la ONU se preocupen de verdad de controlar y regular el inevitable tráfico de los ciudadanos del Tercer Mundo hacia los países ricos. El suceso que nos ocupa debería ser la gota que ha colmado el vaso y convertirse en el punto de partida para volvernos de una vez verdaderamente “humanos”. Hasta que eso ocurra, si no somos capaces de cambiar el decorado del escaparate de la opulencia, habría, al menos, que impedir con la máxima energía que las mafias lo conviertan en una auténtica trampa mortal.

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