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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

¿Tienen diablos los pobres?

José Manuel Otero Lastres el

Escribió Quevedo en el “Alguacil endemoniado”: “Si lo que condena a los hombres es lo que tienen en el mundo, y ésos (los pobres) no tienen nada, ¿cómo se han de condenar?”. Y más adelante añade: “¿Hay diablo como un adulador, como un envidioso, como un falso amigo, como una mala compañía? Pues todos estos le faltan al pobre, que ni le adulan, ni le envidian, ni tiene amigo malo, ni bueno, ni le acompaña nadie. Éstos son los que verdaderamente viven bien y mueren mejor”.

Tengo a Quevedo por uno de los escritores más inteligentes y experimentados del panorama literario español, y, por tal razón, todos sus pensamientos me mueven a la reflexión. Incluso los que ya en la primera aproximación me parecen discutibles, como el que acabo de reproducir. Por eso, me van a permitir la osadía de comentar sus palabras.

Estoy de acuerdo con él en que la adulación, la envidia, los falsos amigos y las malas compañías son verdaderos diablos para el ser humano. Pero no estoy muy seguro de que estos diablos no ataquen a los pobres. Creo, más bien, que todo es cuestión de escalas. Porque así como en la riqueza hay unos más pudientes que otros y nadie osaría marca el límite a partir del cuál actúan dichos diablos, de la misma manera tampoco la pobreza es absolutamente uniforme: sin salirse de lo poco que marca el nivel de la pobreza, los hay que tienen algo y otros que apenas tienen nada.

Siendo muy brillante el citado pensamiento del genial Quevedo, y reflejando que hay muchos más diablos en la riqueza que en la pobreza, me parece que la cuestión no está tanto en lo que se tiene cuanto en lo que cada uno es. Me explico: en la propia condición humana, en el bagaje espiritual que recibimos los humanos en el momento de nuestra concepción, llevamos dioses y demonios. Ser adulador, envidioso, rencoroso, resentido, o falso, son enfermedades del alma que muy probablemente nos son inoculadas en el momento mismo de nacer, cuando aún no sabemos si tenemos mucho, poco o nada. Mi experiencia vital me señala que entre los ricos los hay “buenos” y “malos”, lo mismo que entre los pobres. Es verdad que hay almas nobles que se ennegrecen ante las dificultades de la escasez, pero también lo es que las hay que resisten los embates de los demonios que reseña Quevedo. Por lo que antecede considero que es inexacto sostener que los pobres viven y mueren mejor porque no tienen diablos. ¡Que se lo pregunten a ellos!

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