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En busca del voto perdido (II): el PP y el realismo constructivo

José Manuel Otero Lastres el

Un repaso desapasionado a los indicadores económicos permite afirmar que cuando llegó al Gobierno el PP no solo tuvo que administrar miseria (en las arcas del Estado solo había deudas), sino corregir de inmediato la política económica de despilfarro desplegada hasta entonces por el gobierno anterior. Y todo ello sin poder entonces cargar demasiado las tintas en la herencia recibida.

En efecto, en un acto de defensa del interés general por encima del partidista, el PP no reveló la verdadera situación económica que se encontró para que no subiera todavía más la por entonces disparada prima de riesgo y no tuviéramos que ir por ello necesariamente al rescate. A esto hay que añadir que, al contrario de lo que sugerían entonces muchos analistas, el Gobierno tampoco pidió el rescate, sino que decidió dirigir nuestra propia recuperación. Estos son dos tantos que hay apuntar al Gobierno aunque el tiempo que ha pasado puede hacer olvidarlos.

Pero ya hemos rebasado la mitad de la Legislatura y convendría que el PP, a través de su máximo líder, compareciera ante los ciudadanos a rendir cuentas, porque si entonces cuando todo era peor de lo que parecería tenía sentido callarse, hoy hay cosas buenas que contar.

Con los datos en la mano no se puede negar que en la actualidad el Reino de España está bastante mejor que hace un año. Pero si esto es cierto también lo es que hay muchos ciudadanos que todavía no lo notan y que están a punto de pasar del pesimismo a la desesperanza. A éstos, no se les puede convencer con mensajes voluntaristas de optimismo diciéndoles que las cosas van bien, porque no los van a escuchar.

¿Qué hacer entonces para conseguir que los que confiaron en el PP (casi once millones de votos) y salieron escaldados vuelvan a votarlo? El Partido Popular tiene que hacer un ejercicio, más que de optimismo verbal, de realismo constructivo. Tiene que partir de que no tiene ni siquiera su público a favor: hay un monumental enfado entre muchos de sus votantes que sienten la tentación de seguir si darle el voto en las próximas elecciones aunque sean mucho más decisivas para su futuro inmediato que las europeas. Si el PP no parte de este dato palpable a primera vista con solo frecuentar al pueblo, cometerá una gravísima equivocación. En las próximas citas electorales, hay que conseguir que vuelvan a votar al PP la legión de desilusionados que no entendieron bien las medidas económicas que adoptó nada más entrar en el Gobierno.

Y para ello lo primero que debe hacer es explicar las razones por las que no solo no cumplió su programa electoral, sino que hizo recaer casi exclusivamente sobre la sufrida clase media –en la que había muchos que habían anhelado su llegada al poder- la pesada carga de reducir el desbocado déficit público. Ahora ya han pasado los angustiosos tiempos del principio de la Legislatura y ya se puede hablar con toda claridad y es lo primero que deben hacer.

Pero tienen que hacer algo más. Si el PP quiere recuperarse del batacazo electoral de las pasadas elecciones europeas, debe emplear todo el tiempo necesario para explicar muy claramente y con datos reales y contrastados -que contradigan la esperable postura simplemente negacionista y muy bien vociferada de la oposición- la mejora que ha experimentado la situación económica presente. A continuación, tiene hacer ver a los ciudadanos los pasos que faltan para que la mejoría económica general llegue a sus peculios particulares. Y lo que es más importante: ha de demostrarles que esos pasos que faltan no solo son posibles, sino que se compromete a darlos. De este modo, partiendo de la realidad y reconfortando el estado de ánimo con la certeza de lo bueno que va a venir (y debe reflexionar sobre la reforma fiscal anunciada porque no ilusiona demasiado), podrá restablecer la confianza perdida del pueblo hasta que llegue la deseada e imprescindible mejora que traerán los próximos tiempos.

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