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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

En busca del voto perdido (I)

José Manuel Otero Lastres el

Mi experiencia vital me lleva a conceder un extraordinario valor a la estabilidad política como elemento imprescindible para el desarrollo económico y social de la ya madura democracia española. Por eso, soy decididamente partidario del bipartidismo y de la alternancia de nuestros dos grandes partidos de gobierno.

Las recientes elecciones europeas han supuesto un batacazo inesperado para dichos partidos que han visto como una buena parte de sus votos iban a parar a otras formaciones políticas de poca implantación y, sobre todo, a ciertos movimientos asamblearios de izquierdas. Lo cual, de consolidarse en las próximas y subsiguientes elecciones, podrían suponer el fin del bipartidismo.

El suceso me parece relevante y no me quedaría tranquilo si no expusiera lo que, en mi humilde opinión, deberían hacer los dos grandes partidos para recuperar a los votantes perdidos. Pero como lo que debo exponer no puedo despacharlo en un solo artículo lo voy a dividir en tres. En el primero, que es éste, haré una breve reflexión sobre nuestra situación económica y social que explica los sentimientos que llevaron al pueblo a votar como lo hizo en las pasadas elecciones (I); en el próximo me centraré en lo que debería hacer el PP para recuperar a sus votantes (II); y finalizaré con lo del PSOE (III). Veamos.

Como punto de partida hay que retrotraerse a hace algo más de un año, momento en el que estuvimos a un solo paso de despeñarnos por el precipicio de la intervención internacional de nuestra economía.

Desde que comenzó la crisis a mediados de 2007, una buena parte de la clase media fue siendo salvajemente golpeada durante más de siete años por sus consecuencias: hubo muchos que perdieron su puesto de trabajo, casi todos vieron sensiblemente recortados sus ingresos habituales y agotados sus ahorros, y no fueron pocos –y esto no es retórica- los que quedaron al borde de la indigencia.

En esas circunstancias, es perfectamente comprensible que a algunos, además del lógico cabreo por tan inesperada situación, les hubiera invadido un sombrío pesimismo y que llegaran a plantearse más de una vez una angustiosa y temida pregunta: ¿qué va a ser de nuestra vidas si por fin caemos en el estado de indigencia que nos amenaza?

Pero el tiempo siguió pasando, y afortunadamente, desde hace algunos meses, las cosas parecen ir mejor. Y digo que parecen, porque si bien es cierto que las cuentas del Estado empiezan a cuadrar, no lo es menos que todavía una parte importante de la ciudadanía no percibe en sus maltrechas economías la aireada mejoría de nuestra situación económica general.

Todavía padecemos un grave problema de empleo que tiene difícil solución, lo cual unido a la indicada reducción de los ingresos de la clase media, está provocando una severa atonía en el consumo interno. Y todo ello parece habernos metido en un círculo vicioso: hay paro, escasean los puestos de trabajo, se han reducido los ingresos familiares, no hay consumo interno, y en esas circunstancias se dificulta la inversión y, por tanto, la creación de empleo.

El malestar de la clase media fue creciendo y en la primera ocasión que tuvo castigó a los dos grandes partidos que gobernaron durante la crisis. La cuestión ahora no es explicar lo que pasó, sino averiguar qué siente hoy el pueblo y, sobre todo, cómo hay que convencerlo de que vuelva a votar masivamente a los partidos mayoritarios.

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