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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

Los compartimentos del corazón

José Manuel Otero Lastres el

En su excelente novela “La verdad sobre el caso Harry Quebert”, Joël Dicker pone en boca de uno de sus personajes “Vivimos en una época completamente desquiciada: la humanidad tiene el corazón lleno de mierda”. No le falta razón, pero creo que es una afirmación exagerada.

Que vivimos en una época completamente desquiciada creo que es poco discutible. Aunque las enfermedades del alma son más difíciles de detectar que las del cuerpo, no hace falta ser muy perspicaz para darse cuenta de que, en general, vivimos con un elevado grado de exasperación. Estamos enfurecidos porque hemos pasado en muy corto especio de tiempo de una época de relativa abundancia a otra de relevante escasez sin ser conscientes de merecer tan injustas consecuencias.

Nuestra habitual tendencia a culpar siempre a otros de lo que nos pasa nos ha permitido señalar inmediatamente a los políticos y a los banqueros como principales responsables de nuestros males económicos. Y a poco que se analicen las cosas se verá que no les falta a razón a quienes ponen a esas dos profesiones en el centro de la diana. Pero un análisis más detenido de las cosas permite advertir que la culpa está algo más repartida y que si llegamos a vivir por encima de nuestras posibilidades no fue porque nos obligaran a ello, sino porque libre y voluntariamente tomamos lo que nos daban con mucha facilidad (esa fue su verdadera responsabilidad) sin pensar en que teníamos que devolverlo.

El diagnóstico es, pues, acertado: vivimos desquiciadamente, pero me parece una exageración afirmar que tenemos el corazón lleno de mierda. Es posible que tengamos los ventrículos llenos de excrementos, y eso es lo que explica acciones como la del reciente asesinato de Isabel Carrasco en León y los abominables comentarios que navegaron por la red. Pero también tenemos aurículas llenas de bondad y solidaridad, y no hace falta mucho esfuerzo para descubrir que hay numerosas personas que se juegan la vida por todos nosotros por la única recompensa de la satisfacción que da el cumplimiento del deber.

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