Como sin duda sabrán todos ustedes, hoy se cumplen setenta y cinco años desde la muerte del gran poeta Antonio Machado. Recordarlo es el mejor homenaje que se puede hacer a alguien que ocupa un lugar de privilegio en la patria de los poetas que, como escribe hoy brillantemente Ramón Pernas en su columna de los sábados en La Voz de Galicia, “es la nación utópica que nunca se conquista, un territorio que es hogar de soñadores donde ondea la bandera de la libertad tejida con nubes que no se detienen al fondo del paisaje”. Y es que los poetas escriben con el alma y muchos de ellos tienen la fortuna de enamorar a las palabras.
De los poemas escritos por Machado, uno de los más conocidos es el que hace el número XXIX de “Proverbios y cantares”, cuyas dos primeros versos son “Caminante, son tus huellas el camino, y nada más;”. En esta breve y rotunda frase, el poeta sevillano describe magistralmente la vida, jugando con el pasado, el presente y el futuro.
El camino es lo que llevamos andado, es nuestro pasado, conformado por todos y cada uno de los pasos, acertados o erróneos, que hemos dado. Y viene marcado por nuestras huellas que son las señales que hemos ido dejando al pasar por esta tierra, gran parte de las cuales quedan archivadas en la memoria para que podamos entregarnos, cuando llevemos mucho camino andado, a la inevitable y consoladora tarea de recordar.
El presente es la última huella, el final del camino andado, porque lo que ha de venir a partir de ella es del todo incierto. Es verdad que siempre se vislumbra un futuro, pero solo está hecho de esperanza. Poder dar un nuevo paso y dejar marcada la próxima huella o, lo que es lo mismo, seguir andando, es algo que no solo consideramos posible, sino lo más probable. Pero nadie lo tiene asegurado. Aunque intentemos olvidarlo, todos sabemos que para cada uno hay una huella final, la que señalará el final de nuestra existencia. Y hecho el camino, en esta vida no habrá “nada más”.
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