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Greeters: qué pasaría si tuvieras un amigo en cualquier ciudad del mundo

Greeters: qué pasaría si tuvieras un amigo en cualquier ciudad del mundo
J. F. Alonso el

Sucedió en Bruselas, este otoño. Quedé con Julien en la place du Jeu de Balle, no lejos de la estación de Midi. Hasta aquel día no sabía muy bien qué era el movimiento de los Greeters, qué llevaba a alguien a dedicar unas horas de su tiempo a enseñar su ciudad a un desconocido.

Una amiga me había hablado por primera vez del asunto unos días atrás. Me dijo: es como si conocieras a alguien en cualquier ciudad del mundo, y tuvieras la confianza de llamarle para hacerte de guía. Me pareció una forma diferente y estimulante de conocer “otra Bruselas”, así que rellené la correspondiente solicitud desde la página web de los Greeters de Bruselas. Unos días después, Julien me contestó, aparentemente feliz: “Nos daremos un paseo por el barrio des Marolles, os enseñaré la arquitectura art nouveau, las influencias y también iremos un poco por Saint Gilles, que ahí también hay cosas que ver…”.

Dicho y hecho. Quedamos a las dos de la tarde, después de pasar parte de la mañana en el Mercado de las Pulgas que se celebra todos los días en la plaza Jeu de Balle.

Julien es un anticuario de ropa. Busca vestidos de alta costura de otras épocas y luego los vende. Le gusta la arquitectura. Dice que descubrió el movimiento Greeters en el momento en que estaba harto de que algunos conocidos hablaran mal de Bruselas. “Es fea y aburrida”, le decían. “Vosotros no la conocéis”, contestaba él. Y de ese ping-pong dialéctico fue creciendo su necesidad de mostrar su ciudad tal como él la ve. En el fondo, esa es la base de los Greeters: voluntarios que aman su ciudad. “No son un guía, sino más bien un amigo a quien acabas de conocer”.

Julien me aclara varias cosas. Primero, él no cobra por este tiempo, no acepta dinero; segundo, no me va a enseñar la Grand Place ni el Palacio Real (para los sitios más céntricos y turísticos ya están los guías oficiales); y tercero, solo se ocupa de encargos cuando tiene tiempo y, sobre todo, cuando le atrae la petición del viajero. En mi caso, le había dicho que quería profundizar en la arquitectura art nouveau. Y parece que tuve suerte, porque allí estaba, siguiendo sus explicaciones, en una larga tarde en la que la aplicación Fit del móvil contabilizó dieciséis kilómetros de paseo por Marolles, Saint Gilles, el Palacio de Justicia, el barrio africano, Ixelles…

Este movimiento nació en Nueva York en 1992. Su fundador, Lynn Brooks, pretendía mejorar la imagen de una ciudad peligrosa y cara. Hoy, hay Greeters en más de cien destinos de más de treinta países, incluido España (Madrid, Bilbao, Granada, San Sebastián). Cualquiera puede disfrutar de sus servicios o convertirse en un guía/amigo. Normalmente, hay que pasar una pequeña entrevista, en la que suelen explicarse las condiciones mencionadas en estas líneas. A partir de ahí, el nuevo guía recibe las solicitudes que más pueden adaptarse a su perfil, y, como queda dicho, será libre de aceptar las que más le gusten. Una vez, Julien recibió una misiva extraña: solicitaban un Greeters para ir de compras. La rechazó, faltaría más.

Foto: Julien enseña el Palacio de Justicia, en Bruselas.

 

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