En plena ola de frío, no está de más recordar que en Gran Canaria el termómetro ronda los 20 grados. Primavera-verano en pleno invierno. Es una oferta infalible. Como sus playas. Pero hay otra quizá menos conocida: el turismo interior, los senderos, las casas rurales….
En la memoria, Gran Canaria es Maspalomas, que este año cumple medio siglo como marca de referencia en el turismo de sol y playa. Su sello son las dunas. El mar. Pero, en realidad, la isla es mucho más, lo que no desmerece a la playa. Por el contrario, la complementa. A una mañana de arena le puede seguir una tarde de senderismo, o viceversa.
La red de senderos tradicionales muestra una isla montañosa y abrupta, agradecidamente verde en cuanto llueve un par de días. Los senderos fueron creados por los habitantes de los pueblos para salvar distancias relativamente cortas, atajos en la montaña que cayeron en el olvido cuando se mejoró la red de carreteras. En su idea inicial eran itinerarios lineales, pero ahora, reconvertidos para su uso turístico, son en su mayoría circulares. Podemos dejar el coche en la línea de salida y regresar a ese punto sin problemas. En total hay unas treinta rutas perfectamente señalizadas, más que suficientes para no repetir ninguna durante las vacaciones.
Si miramos a su interior, en Gran Canaria también encontraremos decenas de alojamientos rurales con encanto. Entre ellos, el La Hacienda del Buen Suceso, situada en una finca platanera de 1572, la más antigua de Canarias; Las Longueras, conocida como “La Casa Roja”, una mansión colonial que data de 1895 (en la foto); o Las Calas, una casona originaria de 1800, que mezcla piedra y maderas con exquisito gusto.
Barceló Viajes y Gran Canaria promocionan ahora esta fórmula de isla del sol más turismo interior, lo que probablemente aumentará el número de visitantes. Un pequeño secreto queda al descubierto.
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