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Big Little Lies: las mujeres, la vida, el paisaje

Big Little Lies: las mujeres, la vida, el paisaje
J. F. Alonso el

En la superficie, Big Little Lies es una serie de mujeres ricas sin mucho que hacer. En una segunda lectura podría considerarse una serie de suspense, con un crimen que no se desvela hasta el final. Pero ya se sabe que las apariencias engañan. En realidad, el asesinato solo es un “McGuffin” tal como lo entendía Alfred Hitchcock, un elemento de suspense que ayuda a avanzar en la trama. Y la historia de las mujeres es tan poderosa que en ocasiones estremece al espectador. Son guapas y les sobra el dinero, pero eso no hace más fácil su dramática búsqueda de la felicidad.

El inicio de este post también es un “McGuffin”. Hablamos de una serie excelente, pero las interpretaciones de Nicole Kidman y compañía solo son una parte del guiso. Big Little Lies (en el catálogo de HBO) se desarrolla en Monterrey, California, 130 millas al sur de San Francisco y 300 al norte de Los Ángeles. Las protagonistas viven en casas asombrosas (pornografía arquitectónica, he leído) que miran al océano, en una costa tan bella que atrae a millonarios con chequera para comprar una casa o a “voyeurs” que se limitan a recorrerla en coche, como quien ve un cuadro de Van Gogh que jamás podrá comprar.

Viajar desde Bixby Creek Bridge, uno de los puentes más fotografiados de California, construido en 1932, hasta Monterrey o Carmel by the Sea -quizá incluso hasta Malibú, ya cerca de Los Ángeles- es un ejercicio de hedonismo difícilmente olvidable. En el horizonte, acantilados, secoyas, playas desiertas, pueblos donde se huele el dinero y casas como la que ocupa Kidman en la serie, situada según se dice en Yankee Point (Carmel Highlands).

Vivir en primera línea de mar en Pebble Beach, en una de esas residencias de revista de arquitectura, puede costar entre 15 y 50 millones. Con ese dinero en el banco, todos los problemas pueden parecer pequeños. Pero incluso en el reino de los ricos tienen un hueco las imperfecciones humanas, el miedo y la violencia. El Pacífico vigoroso que rodea estos pueblos subraya los días difíciles y también los felices. De hecho, el paisaje forma parte del guion, de las relaciones, de la vida. En la ficción y, por supuesto, en nuestros viajes.

 

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