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Blogs Protocolo y etiqueta por Maira Álvarez

La mejor etiqueta de la mesa de Navidad

Maira Álvarez el

 

Mirad mi mesa de Navidad” (foto de comida) , “Feliz con los míos” (foto bebiendo), “Pues parece que no me he portado tan mal” (foto de regalos carísimos)… nunca he tenido tanta sensación de que estas han sido unas Navidades de postureo.

Como dice la Real Academia de la Lengua sobre este término,  “Dícese del conjunto de actos y actitudes con convergen en la consecución, o intento de acercamiento hacia un estatus social correspondiente a una categoría diferente de la persona que lo ejerce.”  Es decir, el postureo es fingir aparentar una vida perfecta, intentar dar envidia o provocar admiración en los demás. Muchas personas son felices y  consiguen una satisfacción efímera acumulando “me gusta” en las redes sociales.

Este año decidí a propósito no hacerles un post de “cómo montar la mesa de Navidad perfecta“. Si lo estaban esperando, les pido disculpas, aunque seguro que habrán podido leer por ahí algún artículo sobre el tema. Les podría haber hecho una perfecta y completa disertación sobre la importancia de no chupar la pala de pescado, de cómo sujetar la copa del vino o sobre la blasfemia que supone (protocolariamente hablando) colocar la servilleta dentro de la copa.

Pero no.

Porque en Navidad, lo importante es el contenido y no el continente. He visto fotos de gente riéndose brindando en vasos de plástico y sonrisas muy sinceras alrededor de platos de aceitunas.

No voy a ser hipócrita: no saben la importancia que tiene para mí la mesa estos días. Es el elemento estrella  de la Navidad y el aglutinador de las familias. Somos seres sociales y nos encanta compartir momentos comiendo y bebiendo en una buena mesa. Yo he sido la primera que he puesto bajoplatos a juego con la decoración, velas y una mesa auxiliar para colocar las botellas y menaje. Disfruto enormemente haciéndolo, es mi profesión, amo los detalles y Protocolo en la Restauración es la asignatura que imparto a mis alumnos.

 Les voy a compartir una confidencia. Este año he cenado en casa de mis padres, con su vajilla “buena”, copas y cubiertos. Pero la decoración ha sido cosa “de la de protocolo”. O más bien de mis pequeñas.  Mis hijas han sido las encargadas de colocar los platos y hacer los marcadores de mesa, con cartulinas, bolitas doradas y la letra temblorosa de una niña de seis años.

Encima de la servilleta, las mujeres tenían una caja con unos pendientes, y los hombres una tontería para el móvil. Lo importante no fue precio, sino el detalle y la ilusión con la que las niñas colocaron todo. Hasta pusieron una servilleta de papel entre los platos porque la mayor tenía miedo de que se rayasen (y bueno, ya que se preocupaba...). Ver a todos felices les hizo felices a ellas y verlas felices me hizo feliz a mí.

 

Lo importante es que en su casa, estimado lector, su abuela vino desde la residencia para cenar con usted.

En la suya, que su hija pudo volver del extranjero para las fiestas.

En la suya, lo mejor fue el bombazo que soltó su hija al decir que iba a hacerle abuelo.

En la suya, que su hijo ha encontrado un trabajo aunque sea por seis meses.

Y en su casa, quizá, que nadie discutió y esos cuñados le dejaron tener la fiesta en paz.

Eso es lo importante, no si comieron langosta o tortilla de patatas.

En mi entorno de amistades, hay quien le hubiese gustado cenar con su padre recientemente fallecido, quien mataría por ver abrir los regalos de los hijos que tiene lejos y quien pasó la Nochebuena en el hospital porque acababan de operar a su pequeño.

Valoremos lo que tenemos y no depositemos nuestros esfuerzos en las cosas que solo cuestan dinero.

Pongan su mesa bonita y vistanse de manera especial. Pero recuerden siempre que la mejor etiqueta es la que se complementa con una sonrisa, un beso y un abrazo sincero.

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