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La Verónica

Maira Álvarez el

 

Creyente o no, nadie puede escaparse al embrujo y la majestuosidad de la Ciudad del Vaticano. La cantidad de arte y belleza contenida en las 44 hectáreas de ese mini país es inconmensurable. La historia del cristianismo tiene raíces intrincadas en nuestra vida, mucho más de lo que a veces podríamos pensar a simple vista.

¿Unimos arte cristiano con toreo? En el  Baldaquino, cuatro magníficas estatuas de santos que están bajo la cúpula sostienen las columnas que rodean el altar pontificio. Cada una de las esculturas fue esculpida para contener reliquias santas. La figura de Longinus fue creada por Bernini, las otras tres por sus estudiantes. Longinus era el centurión que clavó su lanza en el costado de Jesús para demostrar que estaba muerto. Dentro contendría restos de la punta de la Lanza del Destino.

 

La estatua de santa Helena, madre del emperador Constantino, se hizo por ser ella la que descubrió la cruz de Cristo, y en su interior guarda partes de la madera y clavos donde fue crucificado.

La tercera estatua es la de San Andrés, hermano de Pedro, y que al igual que él, murió crucificado en Grecia por defender su fe. Lo ataron a una cruz en forma de equis. Hasta el año 1966, su cabeza estuvo guardada entre las paredes Vaticanas, pero ese año fue devuelta a la ciudad Griega de Patras, como un gesto de amistad para mejorar las relaciones con la Iglesia ortodoxa griega.

La cuarta estatua es la de Santa Verónica, que ofreció su velo a Cristo para que se enjugara la frente mientras cargaba su cruz hacia el Calvario. La escena no se encuentra en los evangelios canónicos, sino en los apócrifos (Evangelio de Nicodemo). La estatua conmemora el velo que nuestro Señor le devolvió con sus rasgos impresos en la tela.

Precisamente, por esta última estatua, existe un lance del toreo llamado la verónica. En las corridas de toros es el movimiento más clásico que realiza el torero: el matador agita lentamente su capa roja delante de la cara del toro, como Verónica secando el rostro de Cristo. Este lance no solo es estético, sino que conlleva valor por parte del torero, ya que es su toma de contacto con el toro, su saludo, cuando el animal está recién salido de los corrales.

Fuente: mucho más que toros

José Delgado Guerra, más conocido como Pepe Hillo, fue un torero sevillano que publicó en 1796 un Tratado de la Tauromaquia, texto clave para conocer la evolución del arte del toreo. En su tratado, Pepe Hillo ya habla de la verónica, cuya “invención” se atribuye a Joaquín Rodríguez Costillares. Este torero es considerado como el padre del espectáculo taurino moderno, innovador y organizador de la lidia. Este matador del romántico innovó el traje de torear, inventó la estocada a volapié y perfeccionó el lance de verónica.

Pepe Hillo lo describe así: Suerte de frente, o a la Verónica. Esta es la que hace de cara al toro, situándose el diestro en la rectitud de su terreno. Es la más lúcida y segura que se ejecuta, y sus reglas son en proporción de los toros. El “franco”, “boyante”,”sencillo” o “claro”, que todo es uno, se debe dejar venir por su terreno, y, cuando llegue a jurisdicción, cargarle la suerte y sacarla; y, hasta este acto, parará el diestro los píes, para lograr echarle cuantas suertes quiera, procurando siempre que quede la res derecha y no atravesada” .

No por clásica, la verónica es fácil de ejecutar, todo lo contrario: torean los dos brazos. El secreto está en la pericia y en la velocidad del maestro. En este vídeo, se ve un ejemplo de este baile entre el torero y el toro, donde se trenzan la vida y la muerte.

 

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