Acaba de terminar en Gibraltar una batalla que no tiene nada que ver con la soberanía del peñón, donde se celebra cada año el que quizá sea el torneo abierto de ajedrez más importante del mundo. En su edición número 12, han participado 70 grandes maestros de 60 países, todo un lujo. Venció con brillantez el búlgaro Ivan Cheparinov, de 27 años, pero quienes de verdad han ganado son los niños de la colonia. Todos los escolares de más de siete años recibirán como regalo un tablero, con sus correspondientes piezas, y un libro de iniciación al juego escrito por Garry Kasparov.
En Gibraltar participaron jugadores de primer nivel, como Nigel Short, Vassily Ivanchuk y Gata Kamsky, además de los españoles Irene Nicolás, David Pardo, Iván Salgado, David Antón y Paco Vallejo, quien terminó octavo y fue el mejor de los nuestros. La victoria deportiva de su amigo Cheparinov, ex analista de Topalov, fue emocionante, ya que para decidir el título fue necesario llegar a las partidas de desempate, en las que se impuso al ruso Nikita Vitiugov.
La guinda del torneo fue el anuncio de que gracias al patrocinio del banco Lombard Odier (desde hoy un poco más lejos de ser un banco malo), todos los escolares del peñón acabarán teniendo un tablero y unas piezas, así como un libro de Kasparov. Según cuenta Leontxo García en sus interesantísimos diarios del torneo, la iniciativa arrancará este curso con 400 alumnos y se repetirá en los próximos dos años. Ajedrez para todos como herramienta educativa de primer nivel.
Añade Leontxo que en la cena de clausura, el director de Educación de Gibraltar, Joey Britto, le habló de su interés en la utilización pedagógica del ajedrez: «Tenemos una amplia autonomía en Educación con respecto a las leyes británicas. Sin embargo, el número de horas de clase es limitado y también hay otras materias que nos gustaría introducir o potenciar, pero el ajedrez es una de ellas, y estoy plenamente convencido de sus virtudes».
La imagen de arriba, por cierto, no es de ninguna niña de Gibraltar, sino de Anna Cramling Bellón, hija de los grandes maestros Pia Cramling y Juan Manuel Bellón, a quienes aprovecho para saludar aunque no guardo con ellos ningún parentesco. De Anna solo cabe esperar que sea una gran ajedrecista. La autora de la imagen es Sophie Triay.
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