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Blogs Jugar con Cabeza por Federico Marín Bellón

Los diez síntomas de la ludopatía

Federico Marín Bellón el

La vida es juego, pero hasta el más inocente de los bingos caseros con habichuelas, mal enfocado, puede desembocar en una adicción. En Business Insider alertan de ocho síntomas que deben ponernos en guardia contra este peligro. Aquí añado dos, para redondear. En España hay asociaciones para tratar a los ludópatas, pero sigue pendiente, que yo sepa, el estudio encargado por el Ministerio de Economía y Hacienda (que de entrada no parece el más adecuado) a la Comisión Nacional del Juego. Luego están los ludópatas bursátiles, que muestran otros síntomas, pero ese relato se lo dejo a Enric González, que lo hace mil veces mejor.

Máquinas tragaperras en un hotel de Las Vegas

En Estados Unidos, se calcula que el uno por ciento de la población adulta, unos dos millones de personas, tienen problemas con el juego. Como hemos visto en este mismo blog, hay hasta monjas ludópatas y de las adicciones, de todo tipo, tampoco se libran los profesionales. Otro grupo de población más grande, de cuatro a seis millones de ciudadanos, presentan algunos síntomas que convendría vigilar. De no tratarse a tiempo, podrían desembocar en casos mucho más graves, financieros, familiares, de salud, hasta llegar a poner en peligro la vida de la víctima.

Estos son los ocho síntomas:

1. No puedes parar: además del dinero, el jugador adicto es incapaz de dejar de dilapidar su tiempo. No se trata de elegir entre una y otra forma de ocio, sino de ser incapaz de levantarse de la mesa, virtual o real. Si tienes dudas, ponte a prueba a ti mismo y marca un límite, que puede ser una hora determinada o una cantidad de dinero. Si no puedes cumplir tus propias propuestas, mala señal. 

2. Juegas con dinero que no puedes permitirte perder. Otra clave para el juego sano es apostar solo el dinero que tengas previsto gastar en esa actividad de ocio. Si empiezas a preocuparte porque una hipotética pérdida te causaría problemas, vas por el mal camino. El caso extremo es jugar con dinero prestado o romper el cerdito de tu hijo.

3. No disfrutas con las apuestas. Pensar en gastarse unos euros en el juego debería ser igual que hacerlo en el cine, en un concierto, o en coleccionar maquetas de trenes. Si el juego es una vía de escape a tu vida miserable o a otros problemas, si tu actuación es compulsiva y no de ocio, también deberías recapitular.

4. Sigues jugando para recuperar lo perdido. Es una de las peores opciones que existen, aunque es muy fácil incurrir en este error. ¿Por qué crees que va a cambiar tu suerte? Lo más fácil es caer en tilt, como dicen los jugadores de póquer, y empezar a cometer errores cada vez mayores que casi con toda seguridad aumentarán tus pérdidas aún más. Una de las señales de un gran jugador es saber levantarse a tiempo de una partida que no nos conviene.

5. Cada vez juegas más dinero. No es el caso de los jugadores racionales (también los hay), quienes después de superar un nivel durante un tiempo pasan al siguiente, siempre con un respetuoso control de banca. Si la adrenalina que genera el juego te impulsa a jugar cada vez más dinero para seguir sintiendo lo mismo, es que te has convertido en un yonki del azar.

Crupiers comprobando las cartas antes de la llegada de los jugadores

6. Haces cualquier cosa para conseguir dinero para el juego. No hay que ser muy listo para saber que este es un síntoma extremo. Más allá de consideraciones morales y penales, robar, engañar y recurrir a cualquier tipo de crímenes para acabar jugándote el dinero no solo es una estupidez, sino que entrarás en un camino de muy difícil retorno.

7. Antepones el juego a otras cosas importantes. El autoengaño puede alcanzar la maestría en algunos casos, pero si te pierdes la función escolar o incluso la boda de tu hija por hacer algo que está abierto las 24 horas del día está claro que tienes un problema grave. Peor aún es jugarse a la mujer, que aunque parezca una exageración lo hemos visto no hace mucho.

8. El juego afecta a tu carácter. Se pueden conseguir experiencias muy agradables con el juego, incluso sin necesidad de ganar. Un profesor de matemáticas me enseñó de joven que no hay que fiarse demasiado de alguien que no juega a nada (al tenis, al ajedrez, a apalabrados… a lo que sea). Saber disfrutar de ello te mejora por dentro y por fuera y te enseña a relacionarte, pero si ves que te estás convirtiendo en peor persona (los otros se darán cuenta mucho antes), deberías reconocer este síntoma lo antes posible y tomar medidas.

9. La negación. La mayor dificultad para distinguir esta señal es que un no adicto también negará que lo es, al igual que el inocente tampoco reconoce el crimen que no ha cometido. En todo casi, casi nunca se le dice a alguien que es un ludópata cuando está lejos de llegar a serlo. Como suele decirse con el alcohol, si alguna vez te preguntas si estás bebiendo demasiado, probablemente es porque lo estás haciendo.

10. Tendencias suicidas, escaso apego por la vida. Es quizá el último escalón y suele ir acompañado de fuertes deudas, por lo que nadie debería llegar tan lejos. La adicción al juego puede parecer menos grave que el alcoholismo o la drogodependencia, pero es la más relacionadas con los intentos de quitarse la vida.

Hay otros síntomas, pero la mayoría están relacionados con algunos de los citados.

Enlaces de interés:

Federacion de Jugadores de Azar rehabilitados

Sobre el juego seguro

Consejo Nacional de Problemas con el juego (Estados Unidos)

Juego

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