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Levon Aronian fulmina a Ding Liren en la Copa del Mundo

Levon Aronian fulmina a Ding Liren en la Copa del Mundo
Federico Marín Bellón el

El arte a veces es más poderoso que el músculo. Levon Aronian (34 años) rompió por fin la resistencia del chino Ding Liren (24) en la primera de las partidas de desempate de la Copa del Mundo de Ajedrez. En la segunda remató la faena. El armenio ya había rozado la victoria las dos veces que llevó las piezas negras en las partidas a ritmo clásico. En otros tiempos quizá habría acusado la frustración, pero este Aronian está maduro para afrontar el reto de su vida después de ganar su segunda Copa del Mundo. Hace doce años de la primera, cuando fue señalado como el elegido para volar. Magnus Carlsen, que parece recuperado en el abierto de la Isla de Man, habrá tomado buena nota, aunque todavía queda un torneo de Candidatos de por medio. Aronian confesó que lo vivido es «un sueño». Tenía una oportunidad para proseguir el camino hacia la cumbre y la ha aprovechado. 

Fotos: Anastasia Karlovich

La primera partida de desempate fue fugaz, con un desarrollo impensable después de lo visto en los juegos anteriores, en los que Liren se había defendido con negras con una facilidad insultante. No solo eso; el chino era el único jugador que seguía invicto después de 16 rondas. Derrotarlo parecía una misión imposible, más aún a ritmos veloces, en los que su fuerza se incrementa.

En efecto, después de las primeras jugadas Ding Liren parecía haber tapado todos los agujeros de su posición, como suele hacer con negras. Las máquinas pronosticaban igualdad, pero Aronian tiene otra forma de medir muy ajena a las centésimas hasta las que afinan las máquinas. Lo importante es que su posición era más armónica.

Ding Liren, un gran rival para Levon Aronian. Fotos: Anastasia Karlovich

De repente, un salto equino del negro algo dubitativo –ni siquiera se puede hablar de error– ensanchó las perspectivas del genio armenio, quien con mucha más energía sacrificó su caballo (cierto que incomestible) y desbarató de un golpe las líneas enemigas. Esa diferencia en la pisada de unos y otros era más elocuente que toda la palabrería binaria del ordenador. Este diagnosticaba igualdad, tan poco atento como suele a los síntomas del espíritu. Era la jugada 19 y faltaban muy pocos movimientos para que la ventaja fuera evidente para todos, no solo para el campeón. Ding Liren paró el reloj en la 30, herido de muerte.

El momento crítico

No todo es tan fácil en la mente de los jugadores. Aronian confiesa que el ruido lo distrajo, lo que propició un error. Entonces tomó una decisión extraajedrecística que quizá cambió el curso de la historia. Abandonó su silla y se fue al baño unos segundos para refrescarse la cara. Volvió despejado, completamente concentrado y listo para matar.

En la segunda partida, el gran maestro chino atacó con fiereza y llego a tener como mínimo una iniciativa peligrosa. Ahí es donde Aronian demostró la versatilidad de su talento, también capaz de organizar la defensa con astucia, sin temor a los apuros de tiempo. En posición difícil, causada por «un terrible error», encontró recursos asombrosos que al final le dieron incluso ventaja, siempre con la puerta abierta de forzar tablas a la menor oportunidad. Ding Liren prefirió morir matando y perdió también la segunda partida semirrápida, con lo que Aronian se proclamaba justo campeón. Es su segundo título, doce años después, más maduro y preparado para no sentir el vértigo de la primera vez.

Solo un armenio, Tigran Petrosian, ha llegado más lejos que Aronian en el mundo del ajedrez. El noveno campeón del mundo de ajedrez fue un maestro de la defensa, aunque por supuesto sabía combinar como el mejor. «Yo podría arriesgar más… y también podría perder» es una de sus frases más conocidas. En todo caso, tiene mérito que su heredero no haya heredado ese miedo y que su estilo de juego sea tan atractivo para el espectador. No solo eso, Levon es un tipo encantador, sensible, con un espíritu artístico que rezuma hasta en su manera de sentarse frente al tablero. Es sin duda uno de los grandes maestros más queridos, junto con el viejo Ivanchuk, que juega en otra liga y hasta en otro planeta.

Así fue la partida que decidió el campeonato:

Levon Aronian-Ding Liren

 

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