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Las partidas caseras de póker, en manos del Tribunal Supremo

Las partidas caseras de póker, en manos del Tribunal Supremo
Federico Marín Bellón el

Una de las manos más importantes que ha vivido nunca el póker en vivo se juega estos días en el Tribunal Supremo de los Estados Unidos, que deberá decidir si una partida de cartas supone o no una violación de las leyes federales. El detonante ha sido el caso de Lawrence DiCristina, detenido en 2011 por organizar una timba en el almacén de su tienda de bicicletas en Nueva York. El acusado se llevaba una comisión del 5% a cambio de poner el local y proporcionar un crupier, además de comida y bebida para todos. En España, por el momento, es ilegal organizar partidas fuera de los casinos. Se han llegado a ver casos de intervenciones policiales en reuniones de jubilados, que se jugaban unos pocos euros e incluso céntimos. 

Larry David (en el centro), en una partida casera de póker, en la serie de televisión que lleva su nombre. Foto: HBO

En Estados Unidos se calcula que cinco millones de personas juegan al póker. Allí las partidas caseras son comparables a las de mus en España, una tradición irrenunciable para muchos. El problema es que la ley no traza una línea clara entre las reuniones familiares y los clubes clandestinos en los que se juega dinero de verdad. El caso de Lawrence DiCristina probablemente está en el límite y obligará al Supremo a pronunciarse, aunque solo sea para decir que se inhibe en el caso. El acusado se enfrenta a penas de hasta diez años de prisión.

En segundo plano se dirime otra discusión. A DiCristina se le acusa de violar las leyes contra los juegos de azar y sus defensores arguyen que el póker es un juego de habilidad. La Asociación de Jugadores de Poker (PPA) de Estados Unidos presiona en esta línea, con profesionales como Mike Sexton, James McManus y Greg Raymer en primera línea de combate. Su mayor afán es precisamente que el Supremo valore si el póker es o no un juego de azar puro, como la ruleta.

La discusión es ya un clásico en varios países. En Noruega, el jugador Ola Amundsgaard, más conocido como «Odd Oddsen» en las mesas, retó a cualquier político a una partida de al menos 10.000 manos (quería reducir el azar al mínimo) y se comprometió a darle 135.000 euros de su bolsillo si era capaz de ganarle en la modalidad de Pot-limit Omaha.

En Estados Unidos, los legisladores aún no han dado su brazo a torcer y consideran que el póker tiene suficientes elementos de azar para ser considerado un juego más, como el bingo o la ruleta.

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