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Quién fue el primer campeón del mundo de ajedrez

Quién fue el primer campeón del mundo de ajedrez
Federico Marín Bellón el

La primera Copa del Mundo de fútbol se jugó en 1930. Los Juegos Olímpicos modernos nacieron en 1896. El campeonato del mundo de ajedrez, una de las competiciones con mayor tradición histórica, se empezó a jugar una década antes, en 1886, como nos recuerda Carlos Ilardo en «La Nación». El austrohúngaro Wilhelm Steinitz se impuso en aquel duelo al polaco Johannes Zukertort, hace ahora 130 años, por un contundente 10 a 5, con otras cinco tablas. No fue tan fácil como refleja el marcador final, ya que tuvo que remontar un 4-1.

Wilhelm Steinitz, el primer campeón oficial, había nacido en Praga en 1836. Aprendió a jugar a los doce años (edad a la que el actual aspirante, Sergey Karjakin, ya era gran maestro) y consiguió la corona a los cincuenta, ante un rival que tenía 44. Y en efecto, no fue ningún paseo para él, al menos en los primeros compases. En la fase inicial del duelo, celebrada en Nueva York desde el 11 de enero, Zukertort perdió la primera partida, pero luego se impuso en las cuatro siguientes. El 4-1 parecía definitivo, más aún porque el formato de competición –era necesario ganar diez partidas, sin tener en cuenta los empates– parecía favorecer al más joven. Hoy, con un jugador como Giri, el duelo podría durar una década. Kasparov y Karpov también demostraron lo difícil que es ganar más de cinco partidas a un mismo rival.

Esta es la única imagen de las elegidas de la que he podido averiguar el autor, Sarony. Corresponde a la fase del Mundial jugada en Nueva Orleans

La segunda fase del Mundial se disputó desde el 3 de febrero en San Luis, en el Harmonie Club. Los movimientos eran telegrafiados a Nueva York y a Londres. La sexta partida, por cierto, empezó más tarde de lo previsto porque a Steinitz le disgustó el tablero elegido, traído de Marruecos; las casillas oscuras eran de color rojo. Por fortuna, el juez Chester H. Crum ofreció el suyo, mucho más apropiado, sobre todo para el futuro campeón, que logró equilibrar el marcador con un empate a cuatro victorias y unas únicas tablas.

La tercera y definitiva fase se jugó en Nueva Orleans, donde continuó el paseo para Steinitz. Perdió una partida más, pero ganó nada menos que seis y entabló cuatro. El 29 de marzo, Zukertort abandonaba la partida número 20, mucho después de que las fuerzas lo hubieran abandonado a él. Pocos esperaban que dos años después falleciera de un ataque al corazón.

Pese a su edad, Steinitz contaba a su favor con un factor fundamental. Su comprensión de las leyes internas del ajedrez era superior a la de cualquiera de sus coetáneos. A él le debemos, de hecho, la mayor parte de los conceptos que todavía se enseñan a los principiantes, ideas posicionales y estratégicas que siguen vigentes. Al Horowitz cuenta una anécdota que no lo deja como el más amable de los ajedrecistas, pero ilustra su estratosférico nivel. Una vez se le acercó un aficionado y le dijo que no había comprendido ninguno de sus movimientos. «Naturalmente», respondió Steinitz, «¿alguna vez ha visto un mono entender un reloj?». «Me hallaba veinte años adelantado a mi tiempo», explicó en otra ocasión, sin asomo de falsa modestia ni de la otra.

Después de proclamarse campeón, defendió su título con éxito hasta en tres ocasiones, antes de ser derrotado por Emmanuel Lasker en 1894, a los 58 años. Dos más tarde perdió también la revancha y afrontó un «final de partida» especialmente duro. Con la salud maltrecha y el entendimiento perjudicado, murió pobre en un hospital de Nueva York, en 1890. Dicen que le gustaba retar a Dios y que, en sus mejores días, estaba dispuesto a ofrecerle un peón de ventaja, anécdota que ha alimentado la leyenda de los ajedrecistas locos y que fue aprovechada incluso en la película «El jugador de ajedrez», dirigida por Wolfgang Petersen en 1978 y protagonizada por Bruno Ganz.

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