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David Llada, el hombre que desenfocaba los caballos

David Llada, el hombre que desenfocaba los caballos
Federico Marín Bellón el

En el último número del suplemento ABC Cultural, publicado el pasado sábado, tuve el privilegio de incluir un pequeño reportaje sobre el trabajo fotográfico de David Llada. El número puede comprarse en la plataforma Kiosko y Más, pero dejo aquí también el texto y alguna otra imagen reciente del artista. Tampoco es la primera vez que sus obras ilustran este blog. Cuando organice su exposición «Pensadores», volverá a visitar esta casa. 

Así de bonita quedó la doble página (o página y media) en ABC Cultural. Cristina de la Serna se encargó del diseño, como es habitual

En menos de seis semanas, las calles de Bakú estarán decoradas con grandes imágenes de ajedrecistas. David Llada (Pravia, Asturias, 1978) expondrá sus obras en la ciudad, sede de la próxima Olimpiada de Ajedrez, competición en la que volverá a ejercer como fotógrafo oficial. En la capital de Azerbaiyán jugarán 3.000 personas de 150 naciones. «Estar bajo un mismo techo con gente de todo el mundo es la envidia de cualquier fotógrafo», asegura. «Tienes todas las culturas, religiones, razas, edades, géneros… Es precioso por la variedad de rostros. Si te gusta hacer retratos, es el paraíso».

David Llada

La primera vez que se interesó por el ajedrez, David era un chaval impresionado por una página de periódico: «Me llamó la atención la foto. Era uno de los Mundiales entre Kasparov y Karpov y me gustó la solemnidad de aquellos dos tipos sentados delante de un tablero. Fue como un chispazo. “Este juego me parece interesante”, me dije. No mueven un músculo, no parpadean, pero ahí pasa algo. Esa sensación es lo que más me gusta buscar y transmitir». «Los que hemos jugado sabemos que en el tablero ocurre algo muy intenso», añade. «Creo que algunas de mis fotos han conseguido transmitir esa tensión incluso al público que no sabe nada de ajedrez. Alguien me decía que si recortas las imágenes y dejas el rostro, parece que están en estado de trauma».

Cambio de género

David Llada es un viajero insaciable –ha visitado medio centenar de países–, que dispara su cámara por los tableros del mundo. Ya había trabajado como profesor, periodista y organizador de ajedrez. «Salvo jugar bien», resume con modestia, «he hecho de todo». Una decepción lo empujó a cambiar de instrumento. «Fui a Irak como freelance y vi lo que se pagaba por una crónica después de recorrer el país durante un mes. Le vi el futuro un poquito sombrío a la profesión».

Esta portada de «Chess Life» con Ivanchuk es una de mis fotos preferidas de David Llada

 

Unos ingresos extra le permitieron comprarse un buen equipo, espoleado por el nacimiento de su primera hija, y apuntar a aquellos rostros en tensión se convirtió en su actividad preferida. Asegura que no es un profesional, pero sus imágenes han copado las portadas de las mejores revistas. En el mundillo es sin duda el fotógrafo de moda.

Llada se mueve entre los más brillantes estrategas con la naturalidad de un amigo y el sigilo de un felino. «Tienes que ser discreto, silencioso, moverte despacito y tener tanto cuidado de la técnica en sí como de no molestar». Una peculiaridad de su trabajo es que al utilizar un zoom para ponerse lejos, el fondo suele salir desenfocado, pero también las piezas. Lo que le importan son los rostros. «Tengo un amigo fotógrafo que me llama el hombre que desenfocaba los caballos». Qué buen título, comento. «Se supone que un fotógrafo tiene que enfocar. No sé yo…», replica sin éxito.

Otro de los secretos de David es no esconderse detrás de la cámara. No le gusta que el jugador mire a la lente. «Prefiero hablar con él, mirarnos cara a cara, ojo con ojo, que se olvide de que le estoy haciendo fotos. Con un disparador remoto cambia mucho la naturalidad con la que miran». También disimula, hace como que observa el techo. «Estoy ahí a mi aire, vigilando con el rabillo del ojo. Si pasa algo interesante, hago la foto».

Anish Giri, en un torneo reciente

El artista repasa a sus ajedrecistas favoritos, al menos según el rasero de la fotogenia. Ivanchuk, uno de los más apasionados, es un ídolo para cualquiera. «Nakamura es otro muy interesante, exótico y expresivo. Aronian también, un genio que sabe de cine, música, gastronomía… Es incluso demasiado emocional. Tiene gafas, pero sus ojillos transmiten cosas. Lleva dentro un torbellino de emociones, precisamente lo que lo hace interesante. Es un caso parecido al de Ivanchuk. Carlsen (campeón del mundo) también es atractivo, más aún fuera del tablero. Es impresionante lo buen relaciones públicas que se ha vuelto. Sabe cómo ponerse delante de una cámara».

Pasión y fotogenia

El retoque es otra parte importante de su trabajo, admite, a la que apenas dedica 30 segundos. «No quiero perder naturalidad. En el retrato, quitas algún granito o pelo que se cruza, pero lo justito. Y paso muchas a blanco y negro, no solo porque el ajedrez es un juego en blanco y negro y te ayuda a ir a lo esencial. En general, estamos saturados de colores, sobreestimulados».

Su gran proyecto es la exposición Pensadores, titulada así por Rodin y compuesta por imágenes impresas sobre aluminio, de unos cuatro milímetros de grosor y de 120 por 80 centímetros. Son obras a prueba de agua y de las inclemencias. Su objetivo es sacarlas a la calle, fuera de las salas de juego. Triunfarán.

 

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