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Confesiones de un profesional del poker en tratamiento por ludopatía

Federico Marín Bellón el

El jugador de póquer Erick Lindgren, elegido jugador del año en 2008, ganador de dos títulos del WPT y de un brazalete de las WSOP, ha tenido que tratarse de su ludopatía en una clínica de California. Sus problemas con el juego (apuestas deportivas y de todo tipo) se vieron agravados cuando Full Tilt, empresa de la que poseía un 3%, acusó el golpe mortal del Viernes Negro y le cortó el grifo de sus ingresos, un escandaloso chorreo de billetes sin el cual sus deudas alcanzaron los diez millones de dólares.

Erick Lindgren, en su año fantástico, cuando ganó un brazalete de las Series Mundiales. Foto: WSOP

Hay profesionales del póquer que juegan a las cartas con precisión matemática y que fuera de las mesas se transforman en unos ludópatas. A algunos le parecerá un comportamiento de lo más coherente y a otros, un sinsentido, porque se convierten justo en el tipo del jugador al que ellos más pueden explotar con los naipes. Erick Lindgren, de 36 años, alcanzó la gloria en 2008 y después fue cayendo en una progresiva desgracia y en una espiral de deudas que lo llevaron a rehuir a sus amigos más íntimos, a los que por supuesto debía dinero.

Los trapos sucios se lavan en casa, pero en el hogar de Lindgren no funcionaba ni la pastilla de jabón y algunos jugadores decidieron abrir la veda: empezaron a criticarlo en público, en foros como los de Two+Two. Alguno llegó a calificarlo como un «pedazo de mierda» y el propio Howard Lederer, una de las cabezas más visibles de Full Tilt Poker, contó que Lindgren recibió justo antes del Viernes Negro un crédito extra, por error (parece que fue Chris Ferguson quien metió la pata), de dos millones, a los que el reconocido ludópata se agarró como una vieja a su bolso. Ahora se sabe que el descontrol de la compañía permitía a sus socios, en su mayoría jugadores conocidos, coger de la caja todo el dinero que necesitaban, para devolverlo (o no) cada uno a su manera, en créditos tan blandos como los relojes de Dalí.

El editor de la revista «Bluff» entrevistó a Lindren hace unos días en la clínica que fue tratado durante dos semanas y el jugador abrió un poco su endurecido corazón. Lindgren asegura que está «trabajando duro» para recuperarse de su adicción al juego y que «lo más difícil es pagar todas las deudas». Lo más llamativo es que hablamos de un gran ganador, con más de 8 millones de dólares de ingresos en torneos en vivo y 28 cajas en las Series Mundiales, que suman 2,2 millones.

La mujer de Lindgren, Erica Schoenberg, es otra conocida jugadora del circuito. Foto: WPT

El agente de Lindgren, casado con la también jugadora Erica Schoenberg, con la que Erick tiene un hijo de un año, fue abordado por un amigo común, que le ofreció hacerse cargo de la estancia del jugador en la clínica. Una vez afrontados los hechos, le ha costado menos reconocer que sus problemas se habían agravado por las apuestas en el fútbol (el americano) y algunas otras en el Fantasy Football, algo parecido a la Liga Fantástica que organiza el diario Marca, y que en Estados Unidos se toman muy en serio. La afición a las apuestas de Lindgren era bastante «versátil», por otro lado. En 2007, por ejemplo, ganó una bonita cantidad al conseguir cuatro recorridos consecutivos de golf por debajo de los cien golpes. No es nada nuevo. El año pasado murió uno de los mejores jugadores y apostantes de la historia, el mítico Amarillo Slim, cuyas proezas merece la pena recordar.

El colmo de Erick Lindgren fue cuando conoció a un agente de apuestas de la NBA que lo puso en contacto con una red que, de entrada, le daba una línea de crédito de dos millones para jugar. Como suele suceder, la primera semana ganó unos pocos cientos y desde ahí se precipitó en su caída. En un solo mes llegó a perder seis millones y los acreedores comenzaron a aprenderse su teléfono de memoria. Mientras el dinero de Full Tilt seguía fluyendo (se habla de unos increíbles dividendos de hasta 250.000 dólares al mes) el problema tenía solución, pero sin esa vía de ingresos, su barco se fue a pique a toda velocidad. «Como jugador, te ves atrapado en una espiral tratando de conseguir el dinero que te deben para redistribuirlo entre la gente a la que tú debes», asegura él.

En su caso, la peor amenaza es que su forma de vida es el juego, con lo que se convierte en algo así como un bombero pirómano. Si tiene alguna esperanza de pagar sus deudas en las apuestas es jugando al póquer en Las Vegas, como en sus mejores tiempos. «Ahora tengo un plan, que saben las personas a las que debo dinero. Me he puesto en contacto con casi todos. Definitivamente no volveré a rehuir las llamadas de nadie». «He aprendido mucho sobre mí mismo aquí», añade. «Comprendí que no era diferente de otras personas que son adictas al alcohol, las drogas o cualquier otra cosa. He apostado más de lo que debía. Fue muy divertido en su momento, pero irresponsable en muchos sentidos».

Lindgren, concentrado en el juego. Foto: Cardplayer

«Ahora soy un hombre de familia con una mujer y un hijo de trece meses y ellos son ahora mi prioridad, aunque cualquier jugador sabe lo difícil que es mantener tu mente apartada de los números y del juego». En todo caso, queda claro que Lindgren no quiere abandonar su profesión, sino «mejorar dentro de ella, mantener el control, lo que significa no hacer apuestas salvajes y ser irresponsable con la banca y jugar con el dinero de otros; quiero jugar por el camino correcto». ¿Es posible? Y si lo es, ¿lo conseguirá? Por lo pronto, ahora debe a PokerStars, nueva propietaria de Full Tilt, 2,4 millones. El resto de acreedores le reclaman 600.000 dólares más.

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