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Carlsen hace sufrir a Karjakin pero se lleva el mayor disgusto

Carlsen hace sufrir a Karjakin pero se lleva el mayor disgusto
Federico Marín Bellón el

La tercera partida del Mundial de Ajedrez volvió a terminar en tablas. El resultado no deja de ser normal, pero hasta ahora sorprendía lo fácil que había logrando Sergey Karjakin neutralizar a Magnus Carlsen con las piezas negras. Al final todos ganaron. El campeón, fiel a su estilo, volvió a demostrar que es capaz de encontrar petróleo en la posición más seca, justo cuando los comentaristas empezaban a valorar casi como preferible la posición del aspirante. El ruso, por su parte, hizo ver que su capacidad defensiva es tremenda, pese a sus errores en la recta final. Para el público, las terceras tablas consecutivas supieron mejor después de ver que, a falta de verdadero espectáculo, los gladiadores se dejaron la piel durante siete horas de juego y 78 jugadas

Evolución del lenguaje corporal a medida que cambiaba la tercera partida del Mundial entre Carlsen y karjakin

Hasta la jugada número 30, Karjakin parecía más que satisfecho con su posición. Su lenguaje corporal lo delataba, pero enfrente tenía a Carlsen, una versión mejorada de Capablanca. Sin ningún error grave de su oponente, de pronto cobró ventaja, justo cuando la presión del reloj empezaba a sumarse a la que ya ejerce de por sí el noruego. Se decía que Karpov era como una boa constrictor. Carlsen es una apisonadora. Paradójicamente, Karjakin había jugado quizá  demasiado activo y había conseguido quedar peor.

Con su particular forma de entender el ajedrez, obviamente más avanzada que la del resto de mortales, Carlsen logró ganar un peón en la jugada 36. De repente, el ruso tenía que asimilar que, si quería mantener la igualdad en el marcador, iba a tener que esforzarse de verdad por primera vez en este duelo. Con Magnus enfrente, la misión se vuelve insoportable casi para cualquier ser humano.

«La diferencia entre Carlsen y el resto de jugadores, comentaba Judit Polgar, es que él sigue creyendo que puede inventar algo y ganar la partida, por igualada que parezca. No hay nadie con esa motivación extra. La mayoría llega un momento en que se conforman con las tablas».

Ya no había vuelta atrás. O bien el campeón terminaba de rematar y daba un puñetazo en la mesa, o el aspirante lograba aguantar, demostrando que para robarle un punto hay que golpearle más fuerte. Como decía Teimour Radjabov en Twitter antes de que terminara la partida, «Magnus tiene que estar supermolesto, hipermegasupermolesto». Ian Nepomniachtchi estaba de acuerdo en que el campeón tenía que estar «muy decepcionado».

Y sin embargo, cuando las tablas parecían más claras, Karjakin cometió una imprecisión, en la jugada 61, después de casi seis horas de juego, y le dio una nueva oportunidad al noruego. O quizá había calculado todo el camino hacia las tablas, desautorizando incluso a las máquinas. Los grandes maestros se volvían locos y evaluaban la posición de forma distinta cada pocos minutos. Solo el lenguaje corporal del ruso nos decía, una vez más, que no lo tenía tan claro. Agotados y cada vez más presionado por el reloj, el aspirante y el campeón empezaron a demostrar que también son humanos y se regalaron sucesivas oportunidades. Al final, tablas después de 78 movimientos. El más preocupado por lo ocurrido debería ser Carlsen, que muy pocas veces en su carrera ha dejado escapar tantas oportunidades, como remarcaba David Antón en la retransmisión en Chess24.

Queda todavía más de la mitad del Mundial y nada está decidido, pero cada partida que pasa se vuelve más trascendental que la anterior. Veremos cómo aguantan dos de los sistemas nerviosos mejor ajustados del planeta. Este martes, la cuarta partida no esperará a que se recuperen de la purísima batalla que ha supuesto la tercera.

Así fue la tercera partida:

 Las fotos de arriba son de Peter Foley para la agencia Efe

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