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Anand muere como un valiente y Carlsen retiene la corona

Anand muere como un valiente y Carlsen retiene la corona
Federico Marín Bellón el

El Mundial de Ajedrez ha terminado en la ciudad rusa de Sochi con la victoria del campeón, Magnus Carlsen, en la undécima partida. Vishy Anand hizo lo que reclamaban sus millones de admiradores y luchó por la victoria pese a llevar las piezas negras, sin especular. Primero sacrificó un peón, que el noruego no se atrevió a comer, pero luego se le fue la mano al entregar la calidad (una torre a cambio de un alfil) en una decisión con tintes suicidas. Magnus, quien confesó que le costó «dominar las emociones» cuando se vio ganador, demostró con la precisión de un cirujano que, en ajedrez, querer no es poder, por lo menos contra él. El indio murió como un valiente, como el gladiador que siempre ha sido.

Los comentaristas esperaban una siciliana, pero el aspirante llegaba con otra idea. En una nueva variante berlinesa de la española, con fama de tablífera, no siempre merecida, Vishy introdujo una novedad respecto a lo jugado en este Mundial. Incluso su lenguaje corporal mostraba que venía con ganas de guerra.

Cuando Anand sacrificó un peón en una jugada que no habían anticipado ni las máquinas ni los comentaristas, muchos creyeron que el golpe sería definitivo, porque la entrega además era buena. Las piezas negras habían logrado la iniciativa. Ahora es fácil decir que quizá en ese momento al aspirante le faltó ser más paciente.

La última partida, justo antes del error definitivo de Anand: 27… Tb4

Pero el Tigre de Madrás había olido la sangre y las dudas del campeón, poco acostumbrado a que le hagan frente de esa manera. Envalentonado, volvió a ofrecer material a cambio de nuevas posibilidades de ataque y de un peón pasado (con posibilidades a medio plazo de alcanzar la última fila y promocionar).

Los ordenadores, sin embargo, tenían claro que este segundo sacrificio era incorrecto, aunque aún podía funcionar por su evidente efecto psicológico. Pero ya decía Fischer que no creía en la psicología, sino en las buenas jugadas. Carlsen es de su especie. En tres movimientos se vio que no se iba a dejar impresionar y cerró un mundial vibrante, que habría estado aún más apretado sin aquel regalo de Anand, que lamentará toda su vida. Kramnik lo había anticipado: de un golpe así no se recupera nadie. Al final, 6,5 a 4,5 para el campeón, que prosigue con un reinado para el que muchos no vislumbran fin.

Magnus Carlsen tiene ahora ante sí casi dos años en los que podrá evolucionar sin tener que pensar en defender su título. Al terminar la partida, confesó que estaba «muy cansado». Tampoco quiso aventurarse a enterrar del todo a Anand, ya que tampoco esperaba que este fuera capaz de levantarse después de su duelo en Sochi, el año pasado.

Y así fue la partida definitiva:

Ajedrez

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