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El niño prodigio del póker español triunfa en las Series Mundiales de Las Vegas

El niño prodigio del póker español triunfa en las Series Mundiales de Las Vegas
Federico Marín Bellón el

«En España es prácticamente imposible vivir del póker», decía Adrián Mateos hace un año en esta extensa entrevista. Pero el niño prodigio del naipe no entiende de fronteras. El madrileño afincado en Londres, ya saben, acaba de ganar en las Series Mundiales de Las Vegas su segundo brazalete de campeón. El primero lo logró en las WSOPE que se juegan en Europa, donde se puede participar desde los 18 años. Él tenía 19. Dada su juventud (el 1 de julio cumple 22) el año pasado solo llegó a tiempo de disputar el torneo principal en la ciudad del vicio. En su primera aparición completa, ya lleva un título. Ahora a ver quién lo para. En su caso (y esto no lo puede decir cualquiera), el premio en metálico era lo de menos, poco más de 400.000 dólares.  

Adrián Mateos, con la pareja de cuatros que le dio la última mano. Fotos: Antonio Abrego / WSOP

El perfil de Mateos en Twitter resume en unas palabras un currículum de una precocidad impresionante. «Viajo por el mundo jugando a las cartas. Ganador del ME de las WSOPE 2013! EPT Grand Final Champ 2015». Tendrá que actualizarlo. Solo el «viejo» Mortensen le mantiene el pulso.

Su triunfo llegó en el torneo número 33, el «$1500 Summer Solstice NL Hold’em», en el que el maño David Tovar, que vive en Cardiff, quedó noveno (32.540 dólares). La jornada hispana la completó el extremeño Manu Saavedra, que como cuentan en Poker Red terminó tercero en el torneo número 33 y ganó casi 230.000 dólares.

Mateos, que hizo gala de su habitual confianza en sí mismo, a prueba de Brexits, se impuso en el mano a mano final al austriaco Koray Aldemir, al que tuvo que remontar en fichas. Le costó una hora dominarlo. Un all in en busca de un color o de una escalera a dos puntas (salió lo primero) le dio la vuelta a la tortilla en la mano decisiva. El resto fue asfixiar al austriaco, cuya suerte estaba echada.

Para Adrián Mateos es un paso más en una carrera que ya es legendaria. No hace mucho tiempo, pero parece que ha pasado un siglo desde que tuvo que decirle a sus padres que se dedicaba a las cartas: «Fue dificilísimo. Recuerdo a mi madre destruida, llorando», confesaba el madrileño.

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