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Picaflores y pelanduscas

Picaflores y pelanduscas
Rafael Cerro Merinero el

Tal y como está el patio del periodismo, me complace leer a un compañero cultivado utilizando correctamente y con creatividad la palabra pelandusca, que hace referencia a esa profesión que no puedo nombrar aquí precisamente con el vocablo que todos entenderíamos mejor. José Antonio Ovies es realmente un amigo de hace treinta años y un maestro del que se aprende incluso aunque escriba sobre fútbol, una actividad que por mí podrían prohibir hoy mismo. Dormiríamos mejor durante los siete partidos del siglo que se juegan cada año entre bramidos y bocinazos. El caso es que cualquier otro habría escrito “pelandrusca”, un barbarismo que la mayoría terminará imponiéndonos a base de repetirlo. De hecho, va a estar en el Diccionario. Existen muchos sinónimos de la profesión. Hermosos unos por su significante, como cortesana o meretriz y  bellos otros por su prosodia musical, como pupila, hetaira o hetera (oficio que garantizaba alta consideración social en la antigua Grecia). Un tercer grupo es abiertamente peyorativo y lo forman voces  como busconaramera, fulana o furcia: insultos. Hemos importado la voz geisha, pero como “muchacha instruida para la danza, la música y la ceremonia del té”, no para actividades de fricción e intercambio. En la calle se dice lumi. Estas voces despectivas se aplican preferentemente a la mujer, aunque el Diccionario de la Academia ya incluye las entradas prostituto y puto. Gigoló no está ni como avance, pero sí aparece en el María Moliner: “Amante joven de una mujer de más edad que le mantiene o paga por estar con él”.

Promiscuidad significa tanto mezcla como confusión. Su consideración social sigue sin ser la misma según la practiquen ellas o ellos. Al hombre que encadena relaciones o suele marcar fuera de casa lo llamamos “picaflor”. El DRAE define eufemísticamente este vocablo como “frívolo inconstante”, sin referencia concreta a la actividad objeto de esa frivolidad. Se puede ser inconstante practicando la colombofilia, jugando al ajedrez o captando adeptos a la iglesia de la cienciología. Cuando la que pica mucho es una chica, no le llamamos picaflor sino otra cosa.

Más vida en @rafaelcerro

 

 

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