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Un nido de águilas convertido en casa rural

Un nido de águilas convertido en casa rural
F. Pastrano el

Desde lejos parece un nido de águilas acurrucado en la cima de un risco de densa vegetación. Más de cerca se nos muestra como una fortaleza roquera que a veces sobrevuela con parsimonia un abejero, ave rapaz parecida a un águila que debe su nombre a que se alimenta principalmente de abejas y avispas.

El hostal La Serra de Llaés visto desde el castillo.

 

Hace ya un buen rato que hemos dejado la ciudad de Ripoll, en las estribaciones de los Pirineos y hemos llegado a Llaés, una pedanía que parece desierta. En el censo de 2016 tenía 11 habitantes. Dejamos su única masía abajo, que funciona como hostal y casa de comidas, y seguimos por la pista forestal.
El coche hay que dejarlo al final del camino, justo debajo del castillo, y subir andando, casi trepando, por una vereda en zigzag algo resbaladiza, pero de difícil restauración ya que todo el conjunto es bien cultural de interés nacional desde 1988. Estamos en el risco de San Bartolomé, de 909 metros de altura, cubierto por un bosque de hayas, robles, acebos, avellanos, tilos… Tranquilidad total y, ¿por qué no?, algo de misterio.

Campanario de la iglesia de San Bartolomé, dentro del castillo.

 

Ya estamos en el castillo de Llaés. Pasamos el portón chirriante, claro, y llegamos a un patio. A la derecha, la iglesia y el cementerio, a la izquierda, lo que fuera el castillo, hoy casa rural.
El templo, consagrado en el 960 a San Bartolomé, es sencillo y aunque ha sido transformado muchas veces conserva los rasgos románicos de su origen. Destaca su campanario y la cubierta de tejas árabes.

 

Marc Guinjoan nos enseña su castillo. A la izquierda, el cementerio.

 

La estructura actual del castillo es del s. XVI. A finales del XX el peligro de ruina era inminente, y es entonces cuando fue comprado para su restauración y utilización como casa rural.
Hoy lo gestiona Marc Guinjoan Saez, un barcelonés que se enamoró de estas tierras y no paró hasta hacerlas suyas. Un universitario que más que un hotelero al uso parece un anacoreta y a quien le gusta recibir personalmente a sus clientes.
Nos cuenta que Junto con Anna, su pareja de entonces, buscaba un lugar para desarrollar una serie de iniciativas que promovieran la cultura, el paisaje, el territorio, la educación, tanto de niños como ya de grandotes, y que por fin en 2013 lo encontraron y se las ingeniaron con bancos y entidades oficiales para conseguir créditos y permisos.

Una de las habitaciones del castillo de Llaés.

 

Desde muchas de las habitaciones del castillo se ve el valle boscoso en el que la penumbra del atardecer va ganando espacio. Vengo dispuesto a oír a alguna ánima en pena vagando de noche por sus estancias. Hay varias leyendas que tienen que ver con el cementerio y con la casa, pero el silencio es total. Y eso que ha habido tiempo de sobra para que surgieran historias. Algunas contemporáneas de Wifredo el Velloso (840-897), Conde de Barcelona, cuya sangre habría servido para dibujar con los dedos las cuatro barras de la señera histórica.

Comedor en la torre del homenaje.

 

Poco a poco, como debe ser, los turistas van conociendo este castillo. Marc nos asegura que tiene ya muchos clientes para lo pequeño que es. En buena medida su éxito se debe a que se puede reservar a través de HomeAway, una plataforma online para el alquiler de casas vacacionales, que cuenta con 31 castillos en toda España y muchos otros en Europa, desde Irlanda a la Toscana, pasando por Babiera. Pero mientras que la mayoría, más que fortalezas son auténticos palacios, el de Llaés es más austero, más modesto, pero posiblemente más auténtico.

La torre del homenaje y la entrada por las escuelas.

 

La capacidad del alojamiento permite de 6 a 18 personas en 5 habitaciones dobles de matrimonio y otras 3 Habitaciones dobles en las que se pueden añadir 2 camas supletorias. La distribución está repartida en dos edificios unidos, la rectoría y las escuelas.
La antigua rectoría, o torre del homenaje, se distribuye a partir de un recibidor distribuidor con un antiguo pozo interior. Cuenta con 5 dormitorios, todos ellos con ventana, 2 baños, 2 salas de estar con chimenea y una cocina con una pequeña terraza.

Pozo interior en la torre del homenaje.

 

Lo que fueran las escuelas, donde a pesar del tamaño del pueblo se ejercía la enseñanza, tienen 3 dormitorios y un baño, una sala de estar con chimenea y una cocina.
Los precios son de 35€ por persona, pero con la particularidad de que hay que alquilar o bien toda la torre (10 personas = 350€) o todas las escuelas (6 personas = 210€). Se puede dar el caso de que una pareja sola reserve la torre, con lo que les saldría a 175€ por persona.

 

Vídeo del castillo

 

Fotos: Pilar Arcos

 

 

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