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Medusas, la invasión silenciosa

Medusas, la invasión silenciosa
José Manuel Nieves el

Ondas acústicas, robots trituradores… todo vale para impedir el avance de estas criaturas indeseadas en un agua cada vez más cálida y propicia para su crecimiento.

Viven en todos los mares del mundo y la suya es una invasión silenciosa, pero constante. Ayudadas por unas aguas cada vez más cálidas, su número se ha multiplicado exponencialmente durante las últimas décadas. Tanto, que las autoridades de medio mundo están dispuestas a todo para librarse de ellas. Ondas acústicas, electrocución, robots trituradores… incluso convertirlas en una fuente viable de alimento, algo realmente difícil, ya que las medusas están hechas en más de un 96% de agua, lo que las hace muy poco apetecibles para cualquiera.

La mayoría de las criaturas marinas, en efecto, no las tienen en su dieta, otra de las razones que hacen que sus poblaciones sigan aumentando. Sólo en el Mediterráneo se han descrito ya 17.000 especies diferentes.

Sabemos aún muy poco sobre estas criaturas antiguas (surgieron hace 500 millones de años, en el Cámbrico), simples, viscosas y de apariencia alienígena. Y durante mucho tiempo eso no ha sido un problema para nosotros. Pero ahora la cosa ha cambiado, y mucho, y esos extraños seres viscosos empiezan a ocupar el lugar de otras especies, a las que desplazan, y a convertirse en un verdadero problema para la pesca, el turismo y la navegación.

Medusa habitual en Cabo Verde- EFE

Viajan en grandes bancos de millones de individuos, y aunque aisladamente no parecen gran cosa, juntas pueden llevar a cabo los más espectaculares actos de sabotaje y sembrar el caos entre muchas poblaciones costeras. Cuando en 1999 la luz se fue de repente en la isla filipina de Luzon, sus habitantes pensaron que se trataba de las primeras fases de un golpe militar. Se equivocaban. La realidad era que miles de medusas habían sido absorbidas a través de las tomas de agua de las principales centrales eléctricas, provocando su apagado. Y lo mismo sucedió con varios centros de datos y plantas purificadoras de agua.

Más recientemente, en 2006, una súbita «floración» de medusas inmovilizó temporalmente al portaaviones Ronald Reagan, uno de los buques insignia de la Armada estadounidense, impulsado por energía nuclear. Y en 2009 un barco de pesca japonés volcó cuando su tripulación trató de izar una red llena de medusas de la especie Nemopilema nomurai, de dos metros de ancho y más de 200 kg cada una.

Esquilmadoras de vida

Resulta muy difícil encontrar una única razón para este auténtico «boom» de medusas en el mundo, aunque cada vez parece más claro que las actividades humanas no son del todo ajenas a la cuestión. Lo que es indiscutible es que las medusas tienen el potencial para chupar la vida de los océanos igual que los mosquitos chupan la sangre de sus víctimas.

Las medusas comen larvas de peces, y exterminan el plancton de las áreas que ocupan, dañando para siempre los ecosistemas marinos y las reservas de pesca. Cuando un ejército de medusas pone sus tentáculos en una zona rica en vida marina, ésta deja automáticamente de prosperar. Solo el gobierno surcoreano estima que las medusas están causando a su industria pesquera unos daños superiores a los 200 millones de dólares cada año.

Para evitarlo, los coreanos han puesto en marcha una flota de robots «trituradores» de medusas llamada JEROS (Jellyfish Elimination Robotic Swarm). Cada robot se parece a una pequeña jirafa montada en un catamarán de 2 metros cuadrados. Pero bajo la superficie, una serie de cuchillas giratorias trituran a las medusas como si fueran fruta en una licuadora. Cada catamarán cuenta con una cámara frontal para ver lo que tiene delante. Y cuando el software reconoce un banco de medusas, o recibe la señal de avistamiento que le envían los drones de vigilancia, se dirige inmediatamente hacia la zona, igual que el resto de la flota de robots.

Cada uno de los robots asesinos de JEROS puede liquidar hasta 25 medusas por minuto. Sin embargo, no todas las medusas son iguales, y el sistema solo sirve para exterminar las que no midan más de 30 cm. Como hemos visto, hay especies mucho más grandes y contra las que JEROS resulta inútil. Los surcoreanos preparan ya una versión «inteligente» de sus robots trituradores, que sea capaz de adaptarse a varias especies de medusas, y no solo a una.

Medusas brillantes en la costa- ABC

Con todo, no todo el mundo piensa que ésta sea una solución eficaz. En efecto, y dejando aparte su brutalidad, el sistema tiene el inconveniente de esparcir trozos de medusas trituradas por todas partes. Y muchos trozos de medusa pueden hacer, incluso, más daño que una medusa completa. Por no hablar de que muchas medusas, cuando son cortadas, liberan de inmediato toda su carga de huevos y esperma al mismo tiempo, de forma que el problema será aún peor en la siguiente temporada.

Por último, el sistema tampoco tiene en cuenta que existen varias especies de medusa que son inmortales biológicamente. Algunas, de hecho, son capaces de «fabricar» una nueva medusa a partir de cada fragmento de la que fue triturada, mientras que otras, cuando llegan a la madurez, no mueren de viejas, sino que vuelven a un estadio juvenil (pólipo) para vivir una nueva vida desde el principio, como es el caso de Turritopsis nutricola. Pruebas de laboratorio han demostrado que el número de estas «resurrecciones» es, virtualmente, ilimitado.

Así que los creadores del sistema JERO ya están pensando en cambiar el diseño de los robots para que, en lugar de cortarlas en pedazos, las capture y las deposite en una serie de «medusafactorías», a la espera de encontrarles una utilidad.

Evitar que se reproduzcan

Otra fórmula para acabar con la invasión sería atacar directamente a su fertilidad. Investigadores del Instituto de Ciencia y Tecnología de Okinawa, en Japón, han desarrollado una hormona que es capaz de hacer que un tipo determinado de medusa se reproduzca a destajo, creando clones de sí misma, a partir de las 48 horas de haber recibido la sustancia.

Bastan 150 kg. de tratamiento hormonal por cada km cúbico de agua para que sea efectivo. El truco consiste en hacer que las medusas, que se reproducen en verano, lo hagan durante una estación fría, de forma que los pólipos (el primer estadio de una medusa) no se desarrollen. El problema, de nuevo, está en la virtual inmortalidad de muchos de estos pólipos, que son perfectamente capaces de esperar a que el tiempo mejore para dar paso al siguiente estadio del animal…

Cualquiera que sea la estrategia adoptada para erradicar a las medusas, está claro que no se trata de una tarea sencilla. Y son muchos los que se oponen siquiera a intentarlo, ya que es tan poco lo que sabemos sobre estas criaturas, que al exterminarlas podríamos estar causando, sin saberlo, un grave daño a los océanos.

Para colmo, las medusas son uno de los pocos grupos de organismos que son capaces de prosperar a pesar de los continuos asaltos del hombre a la biosfera. Y los investigadores no saben por qué. Estudios llevados a cabo en 45 de las zonas costeras más contaminadas del mundo, revelaron que las medusas incrementaban su población en más de la mitad de ellas. Y lo malo es que no hay, por ahora, pista alguna de la razón por la que esto es así. De forma que no parece que haya modo de librarse de ellas.

Quizá sea esa la razón principal de que, desde hace unos años, estemos intentando dar a las medusas alguna utilidad. Investigadores surcoreanos, por ejemplo, han descubierto que podrían ser un fertilizante natural excelente para los cultivos de arroz. Y en la Universidad de Tel Aviv quieren aprovechar la gran capacidad de absorción de líquido del cuerpo de las medusas para fabricar pañales superabsorbentes y biodegradables.

Hasta se han llevado medusas al espacio para estudiar en ellas los efectos de la microgravedad. E incluso allí han conseguido reproducirse sin demasiados problemas…

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