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Detectan un “bombardeo de cometas” en otro sistema solar

José Manuel Nieves el

El telescopio Espacial Spitzer, de la NASA, acaba de detectar signos inequívocos de una lluvia de cometas en un sistema solar no demasiado lejos del que nosotros habitamos. El extraordinario fenómeno recuerda lo que sucedió en nuestro propio sistema hace varios miles de millones de años, durante el “Gran Bombardeo tardío”, el evento que muchos creen que trajo a la Tierra el agua y los ingredientes necesarios para la vida.

Durante aquella época lejana, numerosos cometas y otros objetos helados procedentes de la zona exterior del Sistema Solar se precipitaron hacia los planetas interiores. Aquél tremendo bombardeo dejó heridas bien visibles en Marte, Venus, Mercurio o la propia Luna, y los numerosos impactos levantaron enormes cantidades de polvo y residuos minerales.

Ahora, el Spitzer ha conseguido vislumbrar un gran halo de polvo alrededor de una brillante estrella cercana, llamada Eta Corvi, a unos 60 años luz de distancia. Y la composición de ese halo coincide a la perfección con los restos que dejaría un enorme cometa tras su colisión con un planeta.

El halo, además, se encuentra lo suficientemente cerca de la estrella como para que en la zona existan mundos parecidos a la Tierra. En resumen, todo apunta a la posibilidad de que una (o varias) colisiones han tenido lugar allí, seguramente entre un planeta y un número indeterminado de cometas.

Como remate, el sistema de Eta Corvi tiene aproximadamente mil millones de años de antiguedad, la edad adecuada para que una “tormenta cometaria” de estas características se produzca.

“Creemos tener evidencias directas de un “Gran Bombardeo Tardío” en curso en el cercano sistema de Eta Corvi, y en una época análoga a cuando algo así ocurrió en nuestro propio Sistema Solar”, afirma Carey Lisse, investigador del Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad John Hopkins y autor principal del estudio que próximamente se publicará en Astrophysical Journal. Lisse presentó sus resultados durante un simposio celebrado ayer en el Centro Espacial Goddard.

Los astrónomos utilizaron los detectores de infrarrojo del Spitzer para analizar la luz procedente del halo de polvo alrededor de Eta Corvi. Y observaron que la nube contenía hielo de agua, compuestos orgánicos y rocas, lo que se esperaría encontrar en un cometa de gran tamaño.

Además, la composición encontrada coincide con la de una famosa roca de nuestro Sistema Solar, el meteorito Almahata Sitta, cuyos fragmentos cayeron en Sudán en 2008. La similitud entre el meteorito y el cometa destruido en Eta Corvi implica que ambos se formaron en zonas análogas en sus respectivos sistemas solares.

Aquí, alrededor de nuestro Sol, los cometas proceden fundamentalmente del cinturón de Kuiper y de la nube de Oort, dos “anillos” de escombros que rodean a nuestro sistema planetario. Y resulta que también en Eta Corvi existe un cinturón masivo de escombros helados y material sobrante de su formación. Un reservorio ideal para cometas y cuya existencia se descubrió en 2005.

El Cinturón de Kuiper es, como se ha dicho, el hogar de un buen número de estos grandes cuerpos helados. Hace cerca de 4.000 millones de años, apenas 600 millones de años después de que se formara el Sistema Solar, el cinturón de Kuiper se descompensó debido a la migración (hasta sus posiciones actuales) de los dos mundos gigantes de nuestro sistema, Júpiter y Saturno.

Su llegada hizo que la mayor parte de los cuerpos helados del cinturón de Kuiper (se piensa que cerca del 90% de ellos) salieran disparados en todas direcciones. Algunos de ellos, por supuesto, salieron despedidos hacia el interior del Sistema Solar.

El bombardeo de cometas resultante se produjo hace unos 3.800 millones de años, y afectó por igual a todos los planetas interiores, incluída la Tierra. Son muchos los que piensan que el agua de los océanos procede precisamente de ese bombardeo cometario, igual que  algunos ingredientes fundamentales sin los que la vida no habría podido desarrollarse.

“Pensamos que el sistema de Eta Corvi debería ser estudiado con detalle – afirma Lisse- para aprender más sobre las lluvias de cometas y de otros objetos cuyo impacto podría haber supuesto el pistoletazo de salida para la vida en nuestro propio mundo”.

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