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Australophitecus sediba: ¿El eslabón perdido?

Australophitecus sediba: ¿El eslabón perdido?
José Manuel Nieves el

Un equipo internacional de investigadores de quince países diferentes publican hoy en Science seis estudios, junto a una introducción del paleontólogo Lee Berger, del Instituto de Estudios Evolutivos de la Universidad de Witwaterstrand de Johanesburgo y director del proyecto, sobre Australopithecus sediba, el homínido de hace dos millones de años y del que se dispone de la mejor colección de restos fósiles de esta etapa tan temprana de la humanidad. Los resultados, espectaculares, revelan una “extraña criatura” en la que se mezclan rasgos humanos con otros más propios de los simios.

Para Berger, este conjunto de fósiles permite “una penetración sin precedentes en la anatomía y la posición filogenética de uno de los primeros antepasados del hombre”.

Los estudios muestran que Australopithecus sediba es un “mosaico” en el que se mezclan rasgos de humanos y simios. La pelvis, por ejemplo, junto con las manos y los dientes, son claramente humanas, mientras que los pies se asemejan a los de los chimpancés. Los investigadores aún no están seguros del momento en que esta especie entró a formar parte de la “familia” de los humanos, pero los seis estudios no dejan lugar a dudas de que los fósiles surafricanos de Malapa marcan un hito importante de nuestra evolución.

Los seis estudios son el resultado de más de cuatro años de trabajo e investigación sobre la anatomía de este homínido. Los trabajos se han basado en los esqueletos de los dos ejemplares de referencia de la especie (holotipos), llamados MH1 y MH2, (un macho y una hembra) así como en la tibia aislada de un tercer ejemplar adulto, MH4. Los fósiles fueron descubiertos en el yacimiento de Malapa, cerca de Johanesburgo, en 2008 y fue el propio Berger quien, en 2010, dio su nombre a la nueva especie.

Los dos esqueletos revelan una extraña criatura, con un pequeño cerebro y una forma muy primitiva de caminar pero que, sorprendentemente, tiene la dentadura y las manos como las nuestras. Para Berger, “cuendo observas a un Australopithecus sediba de la cabeza a los pies, te encuentras con un conjunto que es muy diferente de cualquier cosa que hayamos podido ver o predecir hasta ahora”. En su opinión, puede tratarse de la tan buscada especie, a caballo entre humanos y simios, que dio origen al hombre.

Los diferentes artículos examinan la morfología dental de este homínido, sus extremidades superiores e inferiores, su torax, su columna vertebral y su mecánica de desplazamiento, esto es, la forma que éste tenía de caminar. En esencia, las diferentes investigaciones nos han permitido conocer la forma en que este homínido caminaba, comía y se desplazaba por su territorio.

El propio Berger resume así las investigaciones: “El examen de un gran número de elementos completos, asociados entre sí y sin distorsionar nos ha permitido vislumbrar una especie de homínido cuya anatomía parece ser un mosaico y que presenta una serie de complejas funcionalidades que son diferentes tanto de las de otros australopitecinos como de los primeros representantes del género Homo”.

Los resultados de estas investigaciones, las más detalladas que se han llevado a cabo hasta la fecha sobre nuestros antepasados remotos, cambiarán, según Berger, “nuestra interpretación del proceso evolutivo que lleva hasta el hombre, así como la interpretación que se ha dado a otros fósiles de homínidos basándose en restos peor preservados”.

Joel Irish y sus colegas de la Universidad Moores, de Liverpool, que centraron su estudio en los dientes, hallaron que la dentadura de Australophitecus sediba es un auténtico “collage” de características primitivas y humanas. Como los humanos, en efecto, MH1 y MH2 cuentan con molares de cinco picos, o cúspides, lo que indica la relación de esta especie con otras de australopitecinos, como Au. africanus.

El análisis de las extremidades inferiores, llevada a cabo por Jeremy DeSilva, de la Universidad de Boston, sugieren que este homínido tenía una forma realmente única de caminar, una mezcla entre la de los chimpancés y los humanos modernos. Algo que, según los investigadores, les permitía tanto caminar erguidos, como nosotros, como trepar a los árboles, a la manera de los chimpancés. A diferencia de otros Australophitecus, que o bien caminaban o bien trepaban, sediba era capaz de desplazarse de las dos maneras, según su conveniencia.

Refuerza esta idea también el estudio de las extremidades superiores y las manos, llevado a cabo por un equipo de científicos de las Universidades de Duke, en Carolina del Norte, y Witwatersrand, en Johanesburgo, bajo la dirección de Steve Churchill. En efecto, excepto por las manos, que se parecen a las nuestras, las extremidades superiores de Au. sediba son muy primitivas, lo que sugiere que conservaban su capacidad para trepar y colgarse de las ramas de los árboles.

En conjunto, los seis estudios colocan inequívocamente a Au. sediba en la línea evolutiva de Homo, el género que incluye a los humanos modernos, aunque la especie muestra un gran número de características más primitivas y que no comparte con los humanos de la actualidad.

“Hallazgos como el de Australophitecus sediba y el yacimiento de Malapa -concluye Lee Berger- demuestran la necesidad de llevar a cabo más exploraciones sobre los fértiles terrenos del sur de Africa, tan ricos en fósiles, y son al mismo tiempo un ejemplo de la enorme promesa de las paleociencias en este continente”.

 

 

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