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Atapuerca reorganiza el modelo de la evolución humana

Atapuerca reorganiza el modelo de la evolución humana
José Manuel Nieves el

Un equipo dirigido por Juan Luis Arsuaga identifica cuatro grandes fases del progreso anatómico del hombre moderno.

Los yacimientos de Atapuerca son los mejores del mundo. Y entre todos los de la sierra burgalesa, quizá el de la Sima de los Huesos sea el más emblemático. De hecho, allí se han recuperado hasta ahora tantos fósiles humanos, con antigüedades de hasta 430.000 años, que un equipo de investigadores, dirigido por Juan Luis Arsuaga, ha decidido elaborar un modelo de evolución del cuerpo humano. Es decir, una especie de «manual» que describa cómo la evolución ha ido formando, característica a característica, la anatomía y las funcionalidades de los seres humanos. El estudio, que aporta luz sobre cómo los neandertales adquirieron sus rasgos distintivos, acaba de publicarse en la revista «Proceedings» de la Academia Nacional de Ciencias norteamericana (PNAS).

Nuestro conocimiento sobre el modo en que ha evolucionado nuestro esqueleto postcraneal (del cuello para abajo) se ha visto hasta el momento obstaculizado por la dispersión geográfica (y cronológica) de las especies de humanos que existieron antes que la nuestra. Pero la enorme abundancia de restos fósiles en la Sima de los Huesos de Atapuerca hace posible elaborar un auténtico «mapa» de las características principales que el género Homo, al que pertenecemos, fue adquiriendo a lo largo del tiempo.

Evolución en cuatro fases

El equipo dirigido por Arsuaga ha elaborado su modelo de evolución dividiéndolo en cuatro grandes fases, o diseños anatómicos funcionales. No en vano, se trata de la mayor colección de fósiles humanos jamás hallada en todo el mundo y, por sí sola, representa una buena parte de todo los que sabemos sobre los rasgos óseos de las especies humanas que precedieron tanto a los neandertales como a los humanos modernos.

Las diferentes estrategias adaptativas adoptadas por los homínidos se reflejan en sus esqueletos. Y, según se explica en el artículo de PNAS, el análisis de los restos de la Sima de los Huesos ha permitido establecer cuatro grandes patrones sucesivos en la evolución del cuerpo humano: el de los ardipitecos, aún arborícolas aunque ocasionalmente bípedos; el de los australopitecos, bípedos por obligación (ya que vivían en extensas sabanas) pero que conservaban aún notables capacidades para vivir en los árboles; el de los humanos «arcaicos», al que pertenecen tanto especies como Homo erectus y los humanos de la Sima de los Huesos (con cuerpos robustos, anchos, más altos que sus antepasados y exclusivamente bípedos); y el de los humanos modernos, de tipo alto, estrecho y esqueleto grácil y esbelto.

Clasificando el tamaño corporal y la forma de los fósiles, los investigadores han encontrado evidencias de que los neandertales pertenecían a la tercera de esas categorías, aunque sus características no surgieron todas al mismo tiempo, sino siguiendo una especie de patrón evolutivo en mosaico, en el que los cambios evolutivos de algunas partes del cuerpo precedieron a los de otras.

El equipo de Arsuaga encontró también que los humanos de la Sima fueron relativamente altos, con cuerpos anchos y muy musculosos, aunque con una capacidad craneal inferior a la de los neandertales. Sin embargo, estos humanos compartían ya una serie de rasgos anatómicos con los neandertales. Rasgos que, por cierto, no están presentes en los humanos modernos, la especie a la que todos nosotros pertenecemos.

Es decir, que a pesar de que los neandertales desarrollaron toda una serie de características propias, algunos de esos rasgos ya estaban presentes en la población de la Sima de los Huesos.

Toda esta información resultará de gran utilidad en el futuro a la hora de situar una especie de homínido en alguna de las categorías propuestas por Arsuaga y sus colegas. Y aportará nueva luz sobre por qué los rasgos humanos son como son, y no de otra manera distinta.

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