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Blogs Ciencia y Tecnología por José Manuel Nieves

Agujeros negros asesinos de galaxias

José Manuel Nieves el

Tal y como suena. Algunos agujeros negros son capaces de destruir galaxias enteras, abortando sus estrellas antes de que nazcan y condenando a las ya existentes a consumirse en una interminable agonía. Pero el método utilizado por estos monstruos espaciales no consiste en devorarlas, como parecería lógico dada su condición de sumideros de materia, sino en bombardear a las galaxias con energía letal. Eso, por lo menos, es lo que asegura haber descubierto Asa Bluck, astrofísico de la Universidad inglesa de Nottingham.

A pesar de que los agujeros negros son devoradores insaciables de materia, este proceso en sí mismo no es suficiente para “asesinar” a una galaxia entera. De hecho, y a pesar de su voraz apetito, miles de nuevas estrellas nacen continuamente (en especial en las galaxias más activas) compensando así las pérdidas de materia.

Un buen ejemplo es la Vía Láctea, nuestro propio hogar en el espacio, que lleva miles de millones de años perdiendo ingentes cantidades de material a manos de su gran agujero negro central, y volviéndola a crear, gracias a la generación estelar, en un gran número de “semilleros” en cuyo interior las estrellas se forman en una cantidad suficiente como para mantenerla estable.

Sin embargo, y ahí está el quid de la cuestión, la materia que es absorbida por el agujero negro no cae en su interior de forma abrupta, sino que gira a su alrededor, formando un disco de acreción cuya temperatura aumenta a medida que se va comprimiendo y que es capaz de radiar grandes cantidades de energía.

Y ahora pensemos lo que este proceso implica para las galaxias más grandes y masivas, en cuyo centro anidan agujeros negros gigantes, con masas que pueden ser hasta miles de millones de veces la de nuestro Sol. Para comprobar el impacto que tienen estos auténticos monstruos, un grupo de astrónomos, liderados por Asa Bluck, han utilizado dos de los mejores instrumentos de observación que existen: los telescopios espaciales Hubble y Chandra que operan en los rangos de la luz visible y en el de los rayos X respectivamente.

Con ellos han buscado galaxias con emisiones muy altas de rayos X, lo que suele ser un indicio de la presencia de un gran agujero negro central “alimentándose” del material de la galaxia, especialmente de polvo y gas. Los investigadores descubrieron que, por lo menos en una de cada tres galaxias estudiadas, los discos de acreción eran los suficientemente grandes como para oscurecer el brillo de los miles de millones de estrellas de la propia galaxia.

Y vieron también que la cantidad de energía emitida por estos discos era más que suficiente para despojar a las galaxias de las grandes nubes de gas que son la materia prima para la formación de nuevas estrellas. De hecho, toda esta cantidad de radiación barre, literalmente, las reservas de polvo y gas de la galaxia, privándola así de los ingredientes que necesita para regenerarse. Las estrellas que ya existen, por su parte, envejecerán en solitario, hasta consumirse por completo. Y cuendo eso ocurra ya no habrá nuevas generaciones de estrellas para relevarlas.

“Nos encontramos con este espeluznante retrato en la historia de las galaxias masivas, en las que la enorme violencia desencadenada por ese gran torrente de radiación generada por la materia que cae en el agujero negro lleva a la propia galaxia a la muerte”, asegura Asa Bluck. “Los agujeros negros se forman en el interior de sus galaxias huéspedes y crecen en proporción a ellas, formando discos de acreción que pueden llegar a destruirlas”.

No todas las galaxias, sin embargo, corren esta trágica suerte. Bluck ha comprobado que este final está reservado sólo a los ejemplares más grandes, es decir. a cerca de una galaxia de cada mil. La mayoría de las restantes, afirma Bluck, “serían demasiado pequeñas para albergar en su interior agujeros negros super masivos, por lo que es poco probable que sus discos de acreción emitan energía en cantidad suficiente como para llevarlas a la muerte”.

Por lo que respecta a nuestro propio futuro lejano, Bluck predice que a nuestra galaxia le quedan varios miles de millones de años de tranquilidad. De hecho, el agujero negro central de la Vía Láctea parece estar aletargado, si comparamos su actividad con la que exhiben los “inquilinos” de otras galaxias. Pero dentro de unos 4.000 millones de años nuestra galaxia se fundirá con su vecina, Andrómeda (en la imagen), lo cual supondrá el nacimiento de una auténtica “supergalaxia” y, probablemente, la fusión de sus dos agujeros negros centrales en uno solo, mucho más grande y activo.

“Pero no hay que preocuparse”, añade el científico. Para entonces nuestro Sol ya habrá desaparecido hace mucho tiempo, y con él, todos nosotros.

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