Como os diré muchas veces a lo largo de este blog/embarazo, aunque vivo en Valencia desde hace cinco años soy de Cádiz “de toda la vida”. Por eso, no debe extrañaros si las historias que os cuente en este espacio van del Mediterráneo al Atlántico entre un post y el siguiente.
Nos os costará imaginar que me gustaría mucho que en el DNI de nuestro hijo pusiera “nacido en Cádiz”, pero hemos decidido por unanimidad que es mucho más sensato que el bebé nazca en Valencia, porque, además de que el futuro padre es de aquí, es donde actualmente vivimos y trabajamos los dos. Nos cuesta mucho imaginarnos en el lío de planificar un parto a 800 km de distancia de nuestra casa y, además, no disponemos ni de lejos del tiempo libre que eso requiere.
Porque en temas de tiempo y espacio tengo que reconocer que respondemos al estándar de familia-española-tipo: tenemos muy poco espacio y nos falta tiempo por todas partes, o, lo que es lo mismo, trabajamos los dos dentro y fuera de casa, muchas horas, y vivimos en un pisito mono y coqueto pero de dimensiones reducidas.
En lo de “trabajar los dos dentro y fuera de casa” voy a hacer hincapié: tengo la suerte de que mi marido limpia, friega, ordena y lava tanto o más que yo. Y, como si no lo digo reviento, lo diré bien claro: Mujeres de España, no aceptéis como esposo (ni como padre de vuestros hijos) a un hombre que no practique la igualdad doméstica
Mi día a día transcurre en una oficina de 8 a 6, aunque voy a comer a casa. Tengo la suerte de tener una enorme ventana en la oficina desde la que veo la plaza del Ayuntamiento y, en el mes de marzo, las mascletás. Voy al trabajo en metro, y vuelvo a casa andando. Sólo son 15 minutos de camino, y así hago algo de ejercicio, aunque tiene un riesgo: es una ruta peligrosa para la economía familiar. ¿El motivo? Os lo contaré con detalle el próximo día.
Besos desde Valencia!
embarazo