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Picardo, por un camino sin salida

Luis Ayllón el

Tengo a Fabián Picardo por un hombre, además de cercano, inteligente, y valoró su capacidad política que le llevó a desbancar en las elecciones en Gibraltar a Peter Caruana, tras quince años en el poder, pero creo que está cometiendo un grave error al plantear su relación con España. Nada bueno para Gibraltar puede salir de su confrontación con España. Él sabía que la llegada del PP al Gobierno español iba a suponer un cambio en la política hacia Gibraltar. No podía ignorarlo. Había señales que lo indicaban y después llegó la exclamación “Gibraltar español” del ministro García-Margallo, que no dejó lugar a dudas y que molestó tanto en la colonia.

 

 

 

Lejos de tomar las cosas con tranquilidad, Picardo lo tomó como una declaración de guerra y optó por empezar a emplear su artillería: de manera unilateral suspendió el acuerdo con los pescadores de la Bahía de Algeciras suscrito por su predecesor, Peter Caruana, en 1999, que regulaba la actividad de unos setenta pesqueros cerca del Peñón.

 

 

 

El ministro principal de Gibraltar invoca razones de protección medioambiental, que debería dedicar mejor a evitar vertidos de fuel en la bahía algecireña, como el ocurrido recientemente.

 

 

 

Pero, desde luego, no podía esperar que España se cruzara de brazos y dejara de dar protección a la actuación de los pescadores en unas aguas sobre las que no reconoce la soberanía británica. Lógicamente, la Guardia Civil protege a los barcos del hostigamiento de las patrulleras de la Policía gibraltareña, secundadas por la Royal Navy. La misma Royal Navy que el secretario de Estado británico de Defensa, Nick Harvey, asegura que impedirá las “incursiones” de los barcos de la Benemérita en las famosas aguas en disputa.

 

 

 

Las manifestaciones del Gobierno de David Cameron, poco adecuadas para tratarse de un socio europeo y aliado atlántico, pueden tener bastante de consumo interno, pero alientan a un Picardo, crecido con la visita de los Condes de Wessex, con motivo de la conmemoración de los 60 años de la llegada al trono de la Reina Isabel II de Inglaterra. Hasta el punto de que se permite calificar de “ataque” de los españoles la actuación de la Guardia Civil y la denuncia ante la UE por España del nuevo régimen fiscal gibraltareño.

 

 

 

El ministro principal debería ser consciente de que el Gobierno español tiene muchos instrumentos aún para hacer verdaderamente difícil la vida a los gibraltareños, no sólo alargando las colas de vehículos en la verja. La política de Picardo puede exacerbar los sentimientos nacionalistas y antiespañoles de los llanitos, pero también puede llegar a volverse contra él mismo, si, en algún momento, el Gobierno español decide tomar medidas en campos en los que Gibraltar tiene una gran dependencia de España.

 

 

 

No desearía que se fuera por ese camino, que traerá a todos más perjuicios que beneficios, pero es un escenario posible si se persiste en la confrontación.

 

 

 

El Foro Trilateral de Diálogo impulsado durante el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero puede estar ya muerto, pero la vía de la cooperación en aspectos que interesan a todos los habitantes de la zona, a un lado y otro de la verja, no está cerrada. Salvo que las autoridades gibraltareñas insistan en querer mantener la ficción de que representan a un tercer Estado y pretendan seguir teniendo algo que decir en la cuestión de la soberanía, que sólo es competencia de Madrid y Londres.

 

 

 

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