Moratinos se comió el marrón de Kagame
Hay que reconocer que la política exterior del Gobierno no defrauda. Si es que puede decirse que hay una política exterior que merezca ese nombre. Da la impresión de que la mayoría de las cosas se hacen con improvisación o sin tener en cuenta las posibles consecuencias.
No es cuestión de hablar ahora de las meteduras de pata de Zapatero en sus relaciones con otros líderes internacionales, sino de la falta de previsión para evitar situaciones embarazosas. Como la que se ha dado con la visita a España del presidente de Ruanda, Paul Kagame. Es cierto que no es el primer mandatario de dudosa reputación que pasa por el país. Ya lo han hecho unos cuantos y solo en un caso, el del presidente de Guinea Ecuatorial se ha producido una situación similar. Entonces, fue el Congreso de los diputados el que plantó a Teodoro Obiang. Ahora, ha sido el propio jefe del Ejecutivo, aunque no se trataba de una visita bilateral.
Pero el Gobierno debería haber estado más atento a la repercusión que podía tener la presencia en España de una persona de quien un juez de la Audiencia Nacional, Fernando Andréu, considera que hay indicios para imputarle por delitos de genocidio, crímenes de lesa humanidad y terrorismo en su país. Zapatero aceptó en abril copresidir el Grupo de Impulso de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) para lograr erradicar la pobreza y el hambre en el mundo en 2015, pero cuando Ban Ki-moon nombró al otro copresidente, Paul Kagame, el Gobierno tenía que haber tomado medidas. No lo hizo y sólo reaccionó cuando el asunto estuvo en la Prensa y los parlamentarios se rebelaron.
Entonces fue cuando a Zapatero le sobrevino la “sensibilidad” de que habló María Teresa Fernández de la Vega y canceló su encuentro con Kagame, al tiempo que tomó medidas para que no pisara el Palacio de La Moncloa.
Pero el lío ya estaba armado y el marrón, como siempre, se lo comió Moratinos, que fue quien tuvo que explicar las cosas a los ruandeses y participar en las reuniones.
Menos mal que el ministro, unas veces por obligación y otras por devoción, ya está acostumbrado a reunirse con personajes de distinto pelaje, desde el propio Obiang a los Hermanos Castro, sin olvidar a Hugo Chávez y a Muammar Gadafi, en una de cuyas fiestas, en septiembre de 2009, tuvo que sentarse en la misma mesa que el presidente de Sudán, Omar Al Bashir, acusado también de genocidio en Darfur, pero en este caso por la Corte Penal Internacional.; y con el jefe de los piratas somalíes, Mohammed Abdi Hassan Hayr, invitado personal del líder libio.
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