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Mohamed VI: segunda oportunidad

Luis Ayllón el

Los hechos están confirmando que las predicciones formuladas por el Gobierno y por el PP de que no cabía pensar en un contagio a Marruecos de las protestas vividas en Túnez y en Egipto no fueron acertadas. Tanto Trinidad Jiménez, como ministra de Exteriores, como Jorge Moragas, como responsable de las relaciones Internacionales del PP, argumentaron que en Marruecos ya se ha puesto en marcha un proceso de apertura democrática. Es cierto, pero se ve que los marroquíes lo consideran insuficiente y se han echado a la calle.

 

 

Nadie puede negar que algunas de las medidas emprendidas por Mohamed VI tras acceder al trono resultaron positivas y eran impensables en tiempos de Hassan II. Pero las expectativas que se tenían sobre el joven rey cuando en agosto de 1999 comenzó a gobernar el país no se han cumplido. El mundo occidental y, sobre todo, el pueblo marroquí, esperaba algo más de su nuevo monarca para modernizar el país. Mohamed VI tuvo una gran oportunidad y la desperdició. O, al menos, no avanzó al ritmo que desea su pueblo.

 

 

Los marroquíes no reclaman que su rey abandone el trono, pero sí que deje de comportarse como un señor feudal. Quieren que sus poderes sean limitados por una Constitución democrática. Quieren un rey que reine, pero no que gobierne. Hoy, en las manos de Mohamed VI, también máxima autoridad religiosa, están los principales poderes. El Gobierno, en el que los ministros más importantes, como Interior, Justicia, Asuntos Exteriores y Asuntos Islámicos, son nombrados directamente por el monarca, no es más que una correa de transmisión de sus deseos.

 

 

Las manifestaciones del domingo en una docena de ciudades marroquíes vienen a decirle al rey que se ha quedado a mitad de camino en sus reformas. Y sobre todo, que ha llegado el tiempo de  desmantelar la corrupción en su entorno, de acabar con un sistema del que los grandes beneficiados son el selecto grupo de consejeros del rey, que, a la vez que garantizan a éste unos buenos dividendos a través de sus consorcios empresariales, se lucran ellos personalmente.

 

 

Mohamed VI está ante una segunda oportunidad. Ante él se presenta de nuevo la ocasión de tomar la delantera en el mundo árabe y convertirse en el monarca que tuvo la suficiente visión de futuro para establecer una monarquía constitucional, en la que sean las fuerzas políticas las que, en el juego democrático, gobiernen el país. La imagen de España y de su transición está muy próxima y no debería despreciarla.Y el Gobierno español, que presume de mantener una relación privilegiada con Marruecos, haría bien en aconsejarle seguir ese camino, que, además, le llevaría a reforzar la monarquía alauí.

 

 

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Luis Ayllón el

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