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Gibraltar, nido de protestas

Luis Ayllón el

Hablar de Gibraltar es, desde hace tiempo, hablar de protestas. Todo lo que sucede en el Peñón o tiene que ver con él termina en una protesta.

 

Protesta ante España el Reino Unido porque las embarcaciones de la Armada española o de la Guardia Civil atraviesan las aguas que rodean la colonia y que los británicos consideran suyas. La última queja, hace pocas fechas, porque el Buque de Acción Marítima “Tornado” navegó durante 20 minutos por esas aguas, algo que España considera está en su derecho a hacer, porque no reconoce la soberanía de Londres sobre esa zona, no cedida en el Tratado de Utrecht.

 

Protesta España porque los llanitos firman acuerdos de intercambio de información fiscal con otros países en ausencia de la enseña británica. Lo acaban de hacer ante Grecia, Polonia y la India, que firmaron recientemente esos acuerdos sólo ante una bandera de Gibraltar, junto a la de cada país. España considera que la colonia solo puede firmar esos textos por delegación del Reino Unido, y no se puede aparentar otra cosa, por más que los británicos aleguen que es una competencia que los gibraltareños tienen desde que aprobaron en 2006 su Constitución, algo que España no reconoce.

 

Recuérdense también la cantidad de protestas derivadas de la prohibición de faenar a los pesqueros españoles en las aguas en disputa. Unas protestas de Madrid por el acoso a los barcos españoles por parte de las lanchas de la policía gibraltareña y otras protestas británicas por la defensa que de los pescadores hacen las patrulleras de la Guardia Civil.

 

Naturalmente, Gibraltar se queja cuando España ejerce su derecho de implantar controles más estrictos en el paso de la Verja, lo que provoca grandes colas de vehículos, porque entiende la medida como una represalia por parte española.

 

Y, para no ser menos, el primero que protesta es el ministro principal, Fabian Picardo, quien no pierde ocasión para replicar a las informaciones de la Prensa española o, incluso de la británica, cuando considera que afectan a sus intereses o no se ajustan exactamente a lo sucedido.

 

Pero este mundo de protestas no lleva a ninguna parte. La energía desperdiciada en esos lamentos debería ponerse al servicio de la búsqueda de acuerdos que beneficien a los habitantes del Campo de Gibraltar, a uno y otro lado de la Verja, que son quienes más pierden cuando los políticos optan por enrocarse en la exigencia de que se cumplan compromisos adquiridos por anteriores Gobiernos. Eso puede servir para el consumo interno, pero para poco más.

 

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Luis Ayllón el

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